Jorge Cruz,
Caracas, 10 de julio de 2020
Hace muchos años,
luego de un arduo juego, en el cual quedamos campeones, comenzaron los actos de
premiación, antes de ello tocaron el himno nacional, yo que estaba más que
agotado me había sentado, me obligaron a levantarme, era contra mis deseos,
pero no quería más reprimenda.
Esa anécdota pasó a mis recuerdos, hasta que ya adulto, sucedió algo similar. En esta ocasión si
me pregunté ¿por qué tanto protocolo o reverencia? ¿Por qué me trataban como un hereje? Entendí
que había algo como una religión en ello.
Años después me
topé con un texto de Robert N. Bellah: Civil Religion in America¹, en
el cual exponía, entre otros puntos, que los símbolos nacionales se han
convertido en algo sacro, una religión civil. Como podemos leer a continuación:
“Aunque las cosa personales como religión, creencias,
adoración y asociación son consideradas estrictamente privadas, hay al mismo
tiempo ciertos elementos comunes de orientación religiosa que la mayoría de los
estadounidenses comparte. Ellos juegan un rol crucial en el desarrollo de las
instituciones y aún provee una dimensión religiosa a toda la red de la vida
americana, incluyendo la esfera política. Esta dimensión pública religiosa es
expresada en un grupo de creencias, símbolos y ritos que yo llamo la religión
civil estadounidense.”
Con el pasar del
tiempo seguí esporádicamente reflexionando sobre este tema, aunque fue realmente
con el chavismo en el poder que inicié más seriamente una investigación. Fue
lenta, había otras ocupaciones, en diversos momentos asomé la idea, fue más reciente
que decidí que era tiempo de plasmar algo al respecto.
Masticando la
idea más concretamente me topé con un texto de Joaquín Villalobos², en
el cual él expresa, cosas como esta:
“(…) la idea misma de la revolución
entendida como un acontecimiento transformador de la historia es deudora de la
religión. Los movimientos revolucionarios modernos son una continuación de la
religión por otros medios”.
Más adelante afirma:
“Guevara dio fuerza a la mitología
religiosa izquierdista al asociar violencia, sufrimiento y martirio con
redención y transformación revolucionaria. Cuestionar esta mitología se
convirtió entonces en herejía, no importa que se estuviera frente absurdos
evidentes.”
“(…) Sin embargo, las evidencias de
guerrillero inepto, cobarde y de hombre sanguinario no impidieron su
santificación como ícono revolucionario heroico, representante del bien.”
No quiero con lo anterior resaltar
su actuar, sino más bien sobre lo que significó su partida.
Estoy partiendo de un supuesto que
debo ahora aclarar, religión. Generalmente la asociamos con una creencia que
practica una relación con una divinidad. La conexión que realizo en este ensayo
es con la cultura, es un producto cultural, por ello tanta diversidad, por ello he iniciado con un tipo de prácticas que parecieran no ser “religiosas”, aunque si
tienen diversos puntos de encuentro.
Son tipos de comportamientos en los
cuales hay mitos, ritos, tabús, creencias, dentro de los límites que permite la
cultura, para buscar “ayuda” ante situaciones que vemos con insolubles (tales
como enfermedades, perdidas, momentos cruciales, entre otros) o ante preguntas
que no obtenemos respuestas racionales (origen de la vida, por ejemplo), aunque
también ante entes intangibles como el Estado, la ideología de un partido político
(segunda variante), o ídolos de la farándula o deportivos y los equipos en los
cuales militan (este tercer grupo es el más terrenal, son semidioses en los
cuales adoramos sus capacidades y habilidades, las cuales no poseemos).
Como había adelantado, las
religiones, sacras o no, están inmersas de la cultura que las alberga. Ella
genera símbolos: como la cruz del cristianismo, los patrios de cada nación, el
dorsal en la franela del jugador o el peinado de la celebridad; lenguajes: cada
comunidad crea metalenguajes, esas especificidades que hace que entre ellos se
entiendan, para hacerlo gráfico, el lenguaje técnico de la informática es
manejados por quienes estudian esta rama del saber, igual fenómeno sucede entre
los adoradores de un culto, yo he anotado en el primer artículo de esta serie sobre
ello, quizás lo más representativo son los cantos e himnos; como parte o
continuación de lo anterior hay una narrativa que cuenta “epopeyas”, en las
cuales hay descripciones de ritos, tabús y hasta éticas, que modelan el actuar
de sus miembros (podemos
recordar los 10 mandamientos del cristianismo); cuando son con tendencia a ser
comunidades cerradas hay circuitos económicos. Es el reino de la imaginación,
como lo expone Nuval Yoah
Harari en su libro: Sapiens³, ese que nos ha permitido aceptar como real una
persona jurídica, es decir, en realidad la CocaCola no existe como ente físico,
aunque si interactuamos con sus productos.
Las religiones han jugado un papel
fundamental en la integración de comunidades, en especial las mayores a 150
individuos, número tope según este último autor.4 Ellas han sido un
buen pegamento del ser humano para crear sociedades o metrópolis como las
actuales, esta es la cara positiva, el problema es que la línea divisoria entre
esa faceta positiva y una negativa es tan fina que muchas veces no se percibe
cuando se cruza, esta última es destructiva, es la que ha producido guerras,
tales como las del Islam y su guerra santa, aún en curso, las cruzadas en la
Edad Media, la inquisición y otra tantas, en otros planos, tenemos las barras
bravas de los equipos, los grupos de choque de partidos políticos o, debemos
incluir, las Fuerzas Represivas del Estado.
En resumen, tenemos dioses y no tan
dioses, que veneramos como sobrenaturales en los cuales delegamos que cumplan
con nuestros deseos “imposibles”. Estas expresiones tienen dos caras, que
pueden servir para el beneficio de la comunidad o para su enfrentamiento y
hasta aniquilamiento. El sincretismo es una de sus cualidades, hay una
narrativa que marca las líneas gruesas y un permeado hacia la cultura donde se
asienta o intenta penetrar.
Las iglesias, los Estado, los
partidos políticos, los equipos de deportes o representantes de un país en una
olimpiada o mundial, un artista de renombre tienen atributos de similitud, como
hemos visto; también especificidades, no ha sido esas diferencias mi zona de
acción en este escrito.
Quiero finalmente aclarar que no ha
sido mi intensión juzgar, solo he estado analizando un fenómeno humano, como
tantos otros. Cualquiera de dichas expresiones y sus consecuentes conductas son
un espacio individual, el cual respeto. Si espero que se entienda que no
deberíamos cruzar la línea positiva de acción porque el resultado ha sido
familias y comunidades fracturadas, amigos de larga data que no se pueden ver,
grupos que se tratan como enemigos, que en muchos casos solo lleva a la
imposición a la fuerza, con sangre derramada para alcanzar dicho fin. Debemos
cultivar la empatía, tolerancia y respeto hacia el otro, somos especies sociales, en las cuales la cooperación y competencia son esenciales, si únicamente damos peso a la competencia nos estamos condenando como especie. Las religiones dan espacio para ellas, es nuestra actitud la que decide cual es el rumbo.
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¹ Bellah, Robert N. (1967) Civil Religion in America. En: http://www.robertbellah.com/articles_5.htm
Revisado el 5 de marzo de 1985.
² Villalobos, Joaquín (2020) Cuba: final de la utopía. 1 de julio. En: https://www.nexos.com.mx/?p=48573#_ftn3 Revisado el 6 de julio de 2020.
³ Harari, Nuval Yoah (2015) Sapiens, A Brief History of Human Kind.
Vintage Books.
4 Idem.