Friday, May 1, 2020

Confianza y expectativas, dueto económico


Jorge Cruz, Caracas, 30 de abril de 2020

En economía hay dos términos que son directamente proporcionales, es decir, si uno sube, el otro sube y lo contrario. Tales conceptos son: confianza y expectativas.

Cuando la confianza en una nación es alta las expectativas son también altas. Si yo soy un productor y tengo confianza en el gobierno de turno invierto porque mis expectativas son que se va a crecer sin molestias por parte de los que están en el poder.

Voy a poner otro ejemplo que ilustra claramente ello: Si tengo un trabajo, el cual veo que tengo posibilidades de permanecer por largo tiempo, que mis ingresos mejoraran con el tiempo por las posibilidades de ascenso (en pocas palabras, tengo alta confianza en el futuro en dicha empresa), mis expectativas son altas y, por ello, es probable que realice inversiones (compra) en vivienda, vehículo u otras artículos para garantizar una mejor calidad de vida. Lo contrario es estar en un lugar que no te la llevas bien con el jefe, que tu ambiente de trabajo no es el preferido; como resultado, puede que, busques trabajo; si puedes ahorras para evitar una sorpresa de desempleo… Tu confianza y expectativas son bajas.

La confianza es bivalente, es decir, se tiene o no confianza, no hay confianza a medias. Yo creo que eres un hombre de palabra o no.

Las expectativas, en cambio, si tienen una gradación, puedo tener altas, bajas, medias, de corto plazo, de largo o mediano aliento…

Qué sucede cuando un gobierno permite invasiones a propiedades y robos o empresas; realiza expropiaciones; tiene una legislación que limita el actuar, como por ejemplo despedir a personal no productivo; la justicia es discrecional… pues, nadie confía en ese régimen, por ello, los empresarios no invierten, si lo hacen es con el mínimo para no arriesgar mucho, y la población en general, cada cierto tiempo aparecen ajusticiamientos, la toma de la ley por sus manos, Fuenteovejuna en acción o protestas con alta frecuencia, entre otras conductas.

Como he dicho esto algo común en nuestra vida y de ello van a depender decisiones, que no son exclusivamente económicas. En pocas palabras, determinan nuestra conducta de vida a seguir.


Un país, una desesperanza

Vamos ahora a un caso concreto, un país: Venezuela. Desde hace más de 20 años un “nuevo”  gobierno asumió el poder.

Empezó con cierta confianza y expectativas, con el tiempo se fue incrementado, hasta las elecciones del 2006, desde allí comienza un vaivén, sube y baja, hasta las presidenciales del 2012, último triunfo de Chávez. Debemos recordar que en el 2007 pierde el referéndum y en el 2010 pierde ante la oposición, en términos de votos, en las elecciones parlamentarias, aunque por un reciente cambio en el reglamento interno se queda con la mayoría de la AN.

Al perecer el comandante y aparecer su escogido en escena, los números siguen bajando, su victoria en el 2013 estuvo en entredicho, no se quiso realizar una auditoría profunda de los votos, en la última confrontación, donde participó abiertamente la oposición, se dio una derrota aplastante al escoger diputados (2015).

Esto es en términos políticos, en lo económico, se puede decir que las dos palabras han contado con poca suerte.

Ya por el año 2001 se inician los conflictos con el sector empresarial. Desde esos años no ha parado en acosar a los propietarios de compañías y haciendas, muchas de ellas han sido expropiadas, se dice que solamente Chávez lo hizo en más de 1600, se suma a ello invasiones, incluso a propiedades del Estado como tierras que eran zonas experimentales para instituciones tanto académicas como entes dedicados a la investigación agrícola. Todo este clima hizo que la confianza en producir se fuera a pique; que empresas productivas, manejadas por el Estado, terminaran siendo una carga, ya que su producción no era suficiente o nula; que haciendas con cultivos o ganaderas bajaran sus cosechas a números íngrimos o que buena parte su ganado desaparecieran por los robos o sacrificios para comer de sus invasores.

Para mostrar cuan profunda es la desconfianza, una investigación realizada en el año 2018 dio como resultado que de 526 empresas de propiedad del Estado, 467 estaban acusadas por corrupción, malos manejos, permanentes conflictos laborales… Es decir, casi un 90% de las empresas en manos públicas estaban reprobadas.

En pocas palabras, la economía es un fantasma que divaga sin rumbo conocido, se habla que el Producto Interno Bruto, más conocido como PIB, esté a niveles parecidos a los de los años 40 del siglo pasado. Nadie quiere invertir, nadie confía en la moneda nacional y apela a otras más duras como dólar, Euros o, incluso, pesos colombianos. Nadie o muy pocos ven con buenos ojos el futuro, por lo cual más de 5 millones han emigrado.

Lo más terrible de la historia es que por más que intente comprar conciencias, que soborne con comida (bolsas clap) hacia los sectores de menores recursos (que ahora es una gran mayoría según se puede percibir por el sueldo, el último incremento del salario mínimo integral equivale a cerca de $6, un ingreso que es considerado como de los más pobres en el mundo). Pero, entre los dueños de compañías el recelo es aún mayor, lo cual augura que el futuro, mientras los mismos sigan en el poder, no va a cambiar el panorama.

Ha sido un barbarazo que ha dejado solo tierra yerma y continuará hasta tanto no abandonen.

Donde no hay confianza, no hay expectativas y donde la ausencia de ambos existe, solo hay desesperanza. No se puede negar que la realidad pide un cambio a gritos.

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