Jorge Cruz,
Caracas, 22 de junio de 2020
El cielo es azul
porque es un reflejo del color del mar.
Esta afirmación
podría generar diversos comentarios o reacciones. Desde, yo respaldaría lo
planteado porque lo dice una persona con autoridad, hasta los que ni leerán el
artículo y sus puntos intermedios, o sea, dirán que es un hablador de paja, no
le paren u algunos buscarán confirmar lo cierto de tal frase.
Yo prefiero el
último grupo, pero aquí intentaré profundizar sobre el primer grupo.
Antes de iniciar
voy a mencionar unos puntos importantes: el ser humano por su naturaleza es
gregario, pertenecer a un grupo le sirve para compartir con otros, sentirse
parte de una manada, le da seguridad ante un medio “hostil”; a esta membresía los
sociobiólogos le llaman tribu. La tribu es un aro de identidad, que va desde la
familia, el de menor cantidad de participantes o más inmediato, hasta el de la
especie sapiens; con puntos intermedios como la comunidad (vecinos, compañeros
de trabajo, practicantes de una iglesia, fanáticos de un equipo de deportes…),
la ciudad (caraqueño, valenciano, maracucho…), regional (tachirense,
aragüeño…), nacional (venezolano, español, australiano…).
Si nos
preguntamos cómo esto opera, es sencillo, en la familia hay tíos que no se
reproducen (no tienen hijos) para proteger, ya sea a sus sobrinos o
progenitores, “sacrifican” su supervivencia como individuo, por el bien del
grupo familiar. Otro ejemplo, al suceder una catástrofe natural, cuando un
huracán arrasa con muchas viviendas en una isla del Caribe, un japonés, a
cientos de miles de kilómetros de distancia y sin conocer el lugar, se siente identificado con las víctimas y hace donaciones para el bienestar y
supervivencia de la especie sapiens.
Como se puede
percibir, hay impulsos instintivos para la conservación de la tribu, eso sí,
esto opera en mayor grado entre más cercano es el aro de identidad
comprometido. Con ello también quiero afirmar que TODOS actuamos a dos niveles
permanentemente: el individual y el grupal, algunas veces damos mayor peso a
alguno de ellos, dependiendo de la situación. Cuando los dos se unen en nuestro
accionar, mucho mejor nos sentimos, la “victoria” es superior.
Segundo, al
reunirnos, por ser una especie con imaginación, como forma de cohesión de la
asociación se crea cultura: símbolos, lenguajes… Hay discursos y narrativas que
justifican y dan validez emocional a nuestras conductas; es decir, se genera
una comunidad de fieles que se sienten identificados en lo sensorial, físico e
intelectual.
Tercero, a pesar
de los cambios que hemos tenido desde la aparición del Homo sapiens, lo animal
aún domina nuestro actuar, la emoción ante que el raciocinio, lo instintivo
prevalece sobre lo racional. Por ejemplo, somos territoriales, hay guerras, acuerdos,
alianzas, asesinatos o construimos sitios inexpugnables para mantenernos a
salvo de los otros. Voy a ilustrar con un hecho sucedido en el año 2000, el
decreto 1011, que proponía cambios en el sistema educativo, el eslogan fue:
“Con mis hijos no te metas”, liderado en un alto porcentaje, creo que más de un
80%, por mujeres; esta protesta pudiera parecer una de tantas, obtuvo una
victoria y pareciera totalmente racional. Lo real, aunque fue con textos y
movimientos muy “racionales” lo que sucedió fue la mamá leona defendiendo a su
cría, es decir, instinto de protección al primer aro de identidad de la tribu.
Cuarto, lo que
existe son interpretaciones de la realidad, que al final esta última es
construida, es un constructo, cada quien tiene su “verdad” y en función de ella
modela su accionar, parte de esa verdad limita o minimiza los instintos, pero
nunca los elimina. El conocimiento adquirido a través de la educación
(formal e informal, desde las entrañas de la madre hasta la muerte) es quien
ordena y da sentido a todas las experiencias humanas, incluyendo las
discrepantes y penosas.
Por último, esa
pertenencia a una tribu, hace que defendamos nuestro aro contra el “acoso o
ataque” de los otros, que pueden ser personas, otra especie (podemos incluir
los virus) o fenómeno natural.
También quiero
aclarar, que en este texto no intento analizar los fines, sino los disparadores
conductuales.
Rechazo o aceptación.
Al inicio he expuesto que una afirmación puede tener diversos tipos de respuestas, esas conductas
responden a lo instintivo o a la cultura de un nivel x de la tribu. Tomemos el
caso de los que evitan leer la oración, ellos han bloqueado a su interlocutor,
porque con anterioridad sus argumentos no son lo políticamente correcto para
su verdad o hace tambalear sus dogmas y tabúes, como manera de conservación
opta por evadir el contacto.
También está el
que cree en lo allí anunciado, no confirma, no analiza, solamente acepta como
cierta la afirmación, tiene fe en la fuente.
Estos son los
fanáticos, los que pueden llegar a defender sin importar lo que defienden, es
una reacción instintiva de tribu.
Analicemos un
poco más esto. Comencemos por las características:
Un fanático se considera
miembro de una tribu, aunque también la “tribu” tiene que aceptarlo como tal.
Él tiene un grado
de identificación con los valores de dicho grupo, generalmente, extremadamente altos.
Disfruta de los
logros del grupo y sufre en las derrotas, siente ambas situaciones como propias.
No importar su
grado de instrucción, sector social al que pertenece o lugar donde viva.
Responde de
manera instintiva ante los estímulos que envía el grupo, si es a marchar, se camina,
si es a atacar, se agrede; si es a negar al otro, no se le escucha, lee o ve.
Respeta las
jerarquías que se han conformado, aunque haya subgrupos en disputas por el
poder y se alinee con alguno de los subconjuntos, siempre va a responder hacia los
que lideran aunque sea tapándose la nariz.
Hay dogmas
y ritos, los cuales se convierten en entes que son más que la suma de sus
miembros.
Hay mucha
confianza en la cultura del grupo y en especial en los líderes.
Quizás el rasgo de
mayor valor es que para el fanático la verdad del grupo es inamovible, escrita
en piedra, es un producto acabado y definitivo y definitorio. La visión que se
ha construido dentro del grupo es la que única que puede explicar los fenómenos
que acontecen fuera de si mismo. La información que se produce dentro, no es
información es formación, es lo verdadero. Por ese motivo podemos apreciar como
personas que tenían un tipo de comportamiento, al asumirse como parte de otra
congregación devalúa, denigra o blasfema contra su pasado o los herejes que no
participan de la nueva luz que guía sus pasos ahora.
Debo afirmar que,
como se puede percibir, el fanatismo es una actitud que no distingue si se
practica en lo laico o lo religioso, ambos responden a un mismo patrón.
En pocas palabras se halla inmerso en una narrativa.
Una narrativa donde hay victima(s) y victimario(s), y no puede faltar: el
salvador. Estos héroes no actúan solos,
tienen apoyos, como también los victimarios.
Voy a terminar esta primera
parte con una ilustración sobre este último tema, que además espero sirva para
explicar el resto de lo señalado:
De un artículo
anterior, titulado: Cuando el discurso es sólo palabras¹, voy a tomar una de las
figuras allí resaltadas: los empresarios.
Para ciertos
grupos, estas personas son tratadas como los enemigos, explotadores, que se
roban la plusvalía, entre otros estigmas que se le han endilgado; es decir, son
los victimarios o villanos. Estos villanos no actúan solos, tienen el apoyo del
imperio y la oposición. Del otro lado, están las víctimas que hay que apoyar:
los trabajadores, que a su vez cuentan con el respaldo, cuando el gobierno es
revolucionario, del Estado. Nos falta una de los personajes en la narrativa: el
salvador, el cual es el líder o cogollo que está en el poder.
Otro ejemplo nos
los presentan las iglesias cristianas. Los practicantes entre si se llaman
hermanos, donde no hay lazos sanguíneos o por alianzas nupciales; el líder es
pastor o padre; es una forma de marcar que se está en una nueva familia unidos
por la narrativa; el libro de cabecera es la biblia, la cual se lee y relee
permanentemente, es una forma de refrendar la verdad del grupo, la lectura de
puntos de vistas contrarios son anatema, el contacto con los otros (herejes) es
básicamente para buscar su conversión o, en el peor de los casos, la agresión.
Como podemos
apreciar, hay un discurso reductor, filtrado por la visión, en este caso
revolucionaria. No nos menciona los salarios y beneficios que perciben los
trabajadores en el área privada, pero esto lo señalaré, con mayor profundidad
en la segunda parte.
Se
pueden topar con datos que contradice esta narrativa, pero su respuesta es:
negación, no cree nada de lo que ve, lee o escucha, se bloquea; si tiene alguna relación, responde con
frases fáciles, prefabricadas o repite eslóganes que permanentemente fluyen en
su grupo; algunos pocos intentan aprender, pero eso generalmente significa el
abandono de ese castillo de naipes de la narrativa en la cual participa.
Por último, debo
aclarar que el fanatismo tiene grados, tal como se puede apreciar en lo antes
citado, el de mayor militancia bloquea; el de mediana creencia se da sus “visitas”
al otro, pero generalmente va bloqueando, es un acercamiento más para conocer
que para crecer; y el grupo light es el que menos arraigo tiene, en algunos
momentos cierra filas con su feligresía y en otros solo mira los toros desde la
barrera, como expuse, es el más propenso a abandonar, a saltar la talanquera.
__________
Notas: ¹ Cruz, Jorge (2020) Cuando el discurso es sólo palabras. En: http://jorgecruzo.blogspot.com/