Jorge Cruz,
Caracas, 24 de agosto de 2019
Cuando
escuchamos la palabra talibán nos viene a la mente términos como: intolerancia,
fanatismo, asesinos, destructores de patrimonio mundial, impositores de una
versión cultural.
Los talibanes
se han caracterizado por ser una secta islamita que ha practicado la aplicación
de la sharia de una manera ortodoxa, un regreso a la ley de hace unos siglos
atrás. Al asumir el poder de Afganistán implementaron una serie de medidas que
provocaron asesinatos masivos a todo aquel que no aceptara sus creencias o
ideología, dinamitaron dos enormes estatuas de Buda, como muestra de su
barbarie cultural, impusieron el terrorismo de Estado como su ley, todos los
poderes estaban bajo su mando e imponían tus truculentos deseos.
Era una
muestra más de lo que ocurre cuando una asociación de fanáticos toman el poder,
arrasan con lo existente para imponer su “verdad”, su visión de mundo (aunque
sea anquilosado), es una fuerza de destrucción que actúa como un tsunami,
desolando todo a su paso.
Cuando se
despierta Tánatos, acompañado de impunidad total, solo baños de sufimiento y
sangre es la estela que se deja. La historia de la humanidad está llena de tales
tipos de masacres culturales y humanas. Diversas han sido las “ideologías” con
las que han intentado justificar sus atropellos, todas las podría catalogar
como religiosas, tanto laicas como clericales. Llámense cristianos, islamitas,
marxistas, anarquistas y un largo etcétera. Todas son comunidades de enardecidos
practicantes y creyentes en su verdad, que debe ser impuesta, ya sea
seductoramente o a la fuerza, aunque esta última es la más propensa cuando se
es radical y tiene a un Estado que “respalda” sus desafueros.
En: https://www.xlsemanal.com/conocer/sociedad/20170525/sociobiologia-increible-poder-la-tribu.html, hay un trabajo firmado por Daniel Méndez que nos da luces sobre el por qué de este conducta:
"La
literatura científica aporta numerosos estudios que muestran nuestra tendencia
a sentirnos parte de un grupo. Incluso si este se ha formado por azar; por
ejemplo, si un investigador divide un grupo de estudio en dos subgrupos
rivales, está demostrado que con el tiempo -no demasiado- empezarán unos y
otros a ver comportamientos negativos en sus oponentes que antes no habían
visto ni manifestado. Y de igual forma verán valores en el subgrupo en el que
se han integrado. Lo mismo sucede cuando nos adscribimos a un grupo religioso,
un equipo de fútbol o un partido político."
Según
afirman es parte de nuestro ADN, es lo que han llamado pertenencia a una tribu.
Una forma de responder a la estrategia de supervivencia de las especies
sociales o gregarias.
Sin
embargo, tiene sus pros y contras, uno de estos últimos es el tema que he
estado mencionando: el sentido de grupo que se fanatiza, ya que genera una
doctrina, algunas veces escrita que se convierte en dogma y que puede llevar a catástrofes,
tal como lo señala Edward Osborne Wilson, en https://elcaminantehn.com/2019/03/17/crees-en-dios-biologo-propone-eliminar-la-religion-por-el-bien-de-la-humanidad/:
“Todas las ideologías y las
religiones tienen sus propias respuestas a las grandes preguntas, pero, por lo
general, están vinculadas como dogma a algún tipo de tribu”
Más adelante señalan otra expresión con mayor
énfasis de radicalidad:
“Las religiones, en
particular, presentan elementos sobrenaturales que otras tribus -otras
religiones- no pueden aceptar (…) Lo que nos está haciendo hundirnos es la fe
religiosa. Así que yo diría que, en aras del progreso humano, lo mejor que
podríamos hacer sería disminuir, hasta el punto de eliminar, las creencias
religiosas”, concluye Wilson.”
Caso Venezuela
Venezuela
ha vivido en estos 20 y tantos años un ataque despiadado en sus instituciones,
valores culturales, su producción y formas de intercambio comercial, su entorno
natural; en pocas palabras, en todos los ámbitos de su estructura social,
ambiental y económica; provocando la mayor avalancha de emigración conocida en
la historia mundial de un país que, aparentemente, no está en guerra.
Emerge la
pregunta: ¿Cómo ha sido esto posible? La respuesta puede ser múltiple y
diversos autores e investigadores han señalado variadas causas.
Un artículo
de María Elena Ramos: La cultura en Venezuela:
notas sobre el desmontaje y la resistencia (en: https://www.elnacional.com/papel-literario/la-cultura-en-venezuela-notas-sobre-el-desmontaje-y-la-resistencia/?fbclid=IwAR38Bkrws9oqefVGZz7LKvuKavN9AWOl4HtklcgukcVU0zGPkTGJrCo4Y5M), en el cual encontramos
frases como esta:
“El desmontaje fue así un objetivo
central en la llamada “revolución cultural” que lideraron Espinoza y Hugo
Chávez a partir del proyecto intelectual de Espinoza, quien había sido, desde
su formación como joven comunista, estudioso de Antonio Gramsci.” o más adelante; “La revolución cultural así entendida pasa por desmontar esas
superestructuras, para transformar las ideas y lo que llamaba Gramsci el sentido común de la sociedad civil (que había
sido formado y difundido desde las iglesias, los intelectuales, las
instituciones culturales, los profesores y el sistema de educación).”
Para finalmente exponer, un poco
más adelante: “(…) el talante
antidemocrático irrespeta, no agradece el legado recibido. Intenta más bien
desconocerlo, avasallarlo. Dolorosamente, si una idea define a este gobierno
(desde el principio y en todos los ámbitos, no solo en la cultura) es su golpe al respeto, sistemático y muy diverso en los
objetivos ‘golpeables’. En regímenes que irrespetan la separación de poderes,
ya cualquier cosa es posible. Límites legales y morales ya no valen como
contenciones, la constitución es violada, o interpretada discrecionalmente. Se
irrespeta al otro, su vida, sus saberes y sus haberes. Se irrespetan las
verdades (tanto las actuales como las de la historia). Y en las instituciones
se irrespetan sus funciones connaturales, su personal, sus especialistas.
Si es sabido que el entusiasmo creativo construye y que el resentimiento destruye y descapitaliza, esto es mayor verdad en el hacer de la cultura.(…) ”, nos señalan una de esas réplicas que muchos intentamos averiguar diariamente.
Por lo
tanto, pudiéramos concluir que un grupo de resentidos sociales, llenos de odio
y venganza han tomando el poder para saciar su sed de sangre y sufrimiento, pero
como el personaje Gollum en la triada de El Señor de los Anillos de J.R.R.
Tolkien, el poder esclaviza, transforma y convierte en su único deseo de ser el
tener el poder que el anillo confiere. Estos nefastos personajes que han
asumido el poder en esta nación caribeña, solo desean el poder que da el estar
al frente del país, con ello han dado rienda a sus más insanas pasiones:
asesinar, robar, aterrorizar, enriquecerse, mentir, destruir…
En breve,
han actuado cual talibanes, con un fanatismo a flor de piel; acosando a todo
aquel que ose contrarialos (incluyendo la desaparición física, económica o
espiritual); aterrorizar para que no intentes siquiera pensar en salir de ellos
del poder; alimentar una cultura del miedo a perder las limosnas o boronas que
sobran de sus platos, luego de crear una situación de angustia y desespero por
algo de comida o dinero para poder adquirir algo que llevar a la boca;
arrasando, saqueando y eliminando la institucionalidad, ya sea burlándose de la
Constitución y todo el cuerpo legislativo, creando entes o sistemas paralelos,
acorralando a las existentes por no ser sumisas (pienso en universidades
autónomas), negando restringiendo presupuestos o reacomodando ministerios, para
diluir su capacidad de acción; auspiciando el abandono y huída de técnicos al
someterlos a sueldos de hambre o arrinconarlos en un mar de la nada para
anularlos o que el desasosiego los empuje a la migración.
Una horda
afincada en el poder que su ceguera y odio arrastran a toda una población, “construyendo”
un país en fuga hacia afuera (sus habitantes) y hacia abajo (su calidad de vida).
Nota: las dos primeras páginas citadas fueron leídas
hoy 28 de agosto de 2019 y el texto de M.E. Ramps, el 23 de agosto de 2019.