Jorge Cruz, Caracas 8 de Enero de 2016
Primero que todo quiero aclarar que no soy economista,
simplemente voy a hacer este atrevimiento porque el ministro de economía recién
nombrado tampoco lo es, él es sociólogo, algo muy emparentado con mi grado
académico. Yo me dije, si él puede elucubrar sobre economía, pues yo también.
No puedo negar que al leer sus escritos me sentí que era
ciencia-ficción científica sobre economía, que el grado de realidad es escaso.
Me lo dice mi sentido común y lo poco que he estudiado en esa área: en pregrado
y posgrado.
Voy a comenzar por analizar su folleto: “22 Claves para
entender y combatir la guerra económica”.
En la clave 1 nos dice: “La
inflación no es una distorsión de los mercados. Es una operación de transferencia
de los ingresos y de la riqueza social desde un(os) sector(res) de la población
hacia otro(s) por la vía del aumento de los precios. En lo fundamental, esta
transferencia se produce desde los asalariados hacia los empresarios, pero
también desde una fracción del empresariado hacia otra fracción de los mismos.”;
en el punto 2 señala: “Pero también
pasa que pequeños comerciantes especulan incluso muy por encima de las grandes empresas,
aprovechándose de sus vecinos y conocidos, tal y como somos testigos tanto en
zonas rurales como populares, pero también en zonas urbanizadas. Este último es
uno de los efectos más perversos de las prácticas especulativas y acaparadoras
como estrategia de captación de ganancias extraordinarias, y a su vez, una de
las razones por las cuales es tan difícil combatirlas.”. En pocas palabras,
quienes se aprovechan con mayor encono son los mal llamados bachaqueros y no
los empresarios.
Este acercamiento me parece una explicación alegre, no me
responde algo que voy a utilizar un ejemplo: Hay pocos dólares en el mercado,
yo tengo mil y decido venderlos, lo publico con mi teléfono, recibo una
llamada, me pregunta por el precio, yo respondo que los vendo a Bs. 50 cada
uno, la persona acepta y me dice que en media hora se comunicará para cerrar el
negocio. Cuelgo y recibo otra llamada, la persona me dice que necesita los
dólares, yo le respondo que ya están negociados, el insiste que los necesita
con urgencia, su hijo está en el extranjero, no tiene dinero y está aguantando
hambre y lo votarían a la calle donde está viviendo; me pregunta que por cuanto
estoy vendiendo los dólares, yo le menciono el monto y el sube la oferta: Bs.
100 por cada uno. Yo acepto y quedamos que en media hora cerramos el negocio;
cuelgo y otra llamada, con otra necesidad urgente: su madre está hospitalizada
y con ello completaría el pago de la operación, me ofrece Bs. 200; así puede
seguir incrementándose hasta que el mercado o los compradores no suben más
(cuando la ganancia marginal es insignificativa).
Vemos allí dos cosas: el mercado (la mano invisible)
incrementó el tipo de cambio al estar operando donde hay poca oferta para la
demanda y, por otro lado, la escases si existe (no es un correlato), ya de
antemano vivimos en un planeta limitado, con recursos limitados y con
operadores productivos o compradores finales que tienen que manipular los
recursos que se encuentran contados y con competidores que desean también
adquirirlos.
Según este teórico eso no existe, es economía burguesa o
solamente es una matriz de opinión o, mejor decir, ilusión óptica
El autor señalado mezcla lo que ha llamado Iván Illich
Trabajo Fantasma: “El trabajo fantasma es el complemento no-asalariado del
trabajo asalariado. Es, por ejemplo, la
labor del trabajador asalariado como chofer de si mismo para llevarse a los
lugares en los que se puede ofrecer como fuerza de trabajo. O es el trabajo del
ama de casa que va en su carro al supermercado, escoge las mercancías, las
apila en la cajuela del vehículo, las transporta a su casa, las descarga y la
saca de sus envolturas antes de ponerlas en el microondas.”, con inflación; ya
que no es plusvalía en sí, como la llamó Carlos Marx, sino especulación
posterior a el proceso de producción, que quiere endilgar a los empresarios,
pero que reconoce (a medias) sucede en las manos intermediarias entre el
producto acabado y su consumidor final.
Él prefiere afirmar que: “(…) en el caso de las economías
capitalistas están mediadas por el afán de lucro individual a través de la
explotación del otro: el egoísmo, tal y como lo llamó bien temprano Adam Smith,
o la “maximización de los beneficios”, tal y como lo dirían más tarde
elegantemente los utilitaristas y neoclásicos.”; aunque no se niega que ello
opere, no se puede negar lo por mi ilustrado: la oferta y demanda alteran el
precio.
Posteriormente señala que por las condiciones oligopólicas y
monopólicas del mercado venezolano son las que hacen que los precios son
impuestos por los productores y comerciantes. Lo que no señala es que hay
“precio justo”, que para el sector alimentos, en especial los REGULADOS, el
gobierno interviene en toda la cadena: controla el precio (justo), es el
encargado de pagar las compras de materia prima importada, conoce la cantidad
de ella importada, la cantidad procesada y la que se distribuye por medio de
las Guías de Movilización (estas guías son la bitácora de las gandolas que
movilizan los rubros en sus diferentes estados.
El colmo llega en el punto 9: “El problema de los precios,
dado lo anterior, deriva de otro problema: el de la distribución y acumulación
de la riqueza una vez creada. Los precios altos no son un indicador de mercados
distorsionados, es la expresión de la lucha de clases dentro de la sociedad
capitalista venezolana.”, los precios que estamos padeciendo son distorsionados
por la lucha de clases.
El simplismo marxista reduce todo a problemas de la lucha de
clases. Un sequía genera que la cosecha de maíz (por ejemplo) sea mermada sustancialmente y por ello la oferta del
mismo, pero esto no distorsiona el precio, es la lucha de clases.
Claro que el objetivo de esta discursiva rebuscada es poder
llegar a afirmar que hay una guerra económica de los poderosos (ya señalé, como
el también lo dice que las mayores ganancias son en los peldaños bajos del
comercio), también para justificar que se debe repetir el modelo del socialismo
real (fracasó en donde se impuso) con mayor centralismo en manos del Estado.
Hay unos principios que no debemos olvidar, así funcionamos
como seres humanos: Ante una demanda siempre habrá, al menos un oferente;
segundo, entre mayor sea el margen de ganancia en una oferta mayor será el
número de oferentes; tercero, los controles son eficiente entre menor sea lo
controlado; cuarto, a mayor número y permanencia en el tiempo de los controles
mayores son las rendijas por la cuales se violarían esos controles, si se
cumplen el punto número uno y especialmente el segundo; quinto, se genera una
economía paralela; y, sexto, si se cumple el número dos la posibilidad de que
personas allegadas al poder o mafias que permean los funcionarios o personas cercanas
a las cúpulas se incrementa de manera directa a las ganancias que pueda
reportar.
De esto el nuevo ministro no sabe, ya que él es un teórico
de la economía (le llamaríamos un epistemólogo de la economía) y no de la
economía en sí.
¡¡Triste futuro nos espera!! Andamos como la lámpara de Diógenes,
alumbrando donde no se necesita y buscando a quien nos pueda alumbrar.