Saturday, January 16, 2016

¡Demócrata si, talibanes no!



Muchas veces o generalmente nos guiamos por los estereotipos sin mirar mucho más allá. Nos quedamos en la cornisa, detallar las columnas y mucho menos la fachada.

Tengo una anécdota. Hace muchos años unos amigos me invitaron a participar de una actividad de extensión de la Facultad de Odontología, ellos iban para Chuao, Aragua, a realizar una jornada de su especialidad con todos lo que quisieran ser “jurungados” en su boca de forma gratuita, era un grupo que tenía pocos años de andanza y estaban extendiendo sus acciones a comunidades a lo largo del país; como tenían sus tropiezos con comunidades, surgió la iniciativa interna de pedir asesoría a antropólogos. Yo acepté el convite con agrado.

El profesor coordinador del grupo, de manera deliberada, me mandó a unirme en el vehículo del subgrupo que se había opuesto a la participación externa. El viaje de Caracas a Puerto Colombia (Choroní) fue poco amistoso.  Creo que si me dirigieron la palabra dos veces, por varias horas, es mucho.

Llegamos a pueblo de Chuao, allí tuvimos una charla sobre el pueblo y sobre el trato con y de la comunidad. 

Algunas de las cosas que les comunicamos y advertimos que podrían suceder, sucedieron (no recuerdo los detalles), lo interesante fue el cambio de actitud de las personas que fueron mis acompañantes de ruta terrestre, querían saber más sobre la comunidad, demostrando con ello que un nuevo mundo se abría a sus pies, que cada especialista tiene importancia para lograr objetivos comunes y que no debes juzgar, por las apariencias (la de un hippy, mi persona). Me pidieron encarecidamente que regresara con ellos.

Toda esta larga perorata es porque tengo que confesar que Henry Ramos Allup siempre lo vi como un adeco más, esos que son amigos, pero si los puedo evitar mejor. 

En su alocución de cierre a la Memoria y Cuenta del presidente dijo varias cosas que me hacen valorarlo como un DEMOCRATA, principio que yo tengo en alta estima e intento practicar al máximo.

Él señaló que antes del golpe del 2002 advirtió que se estaba fraguando, que esta información le llegó a Chávez, quien la desechó por venir de un adeco. 

En pocas palabras, él dijo: No me tilden de golpista porque no lo soy, algo que reafirmó posteriormente en su intervención, cuando volvió a corroborar que los militares deben estar en el cuartel y los civiles en el poder.

De allí que sus llamados al debate debemos tomarlos como reales, que provienen de un hombre que cree en ellos, por ello mismo felicitó por el nombramiento de Aristóbulo Istúriz, persona negociadora, que cree también en el debate.

Quiero decir con ello que este fue un duro golpe para los intolerantes, fanáticos que piden por el rodar de cabezas. No es con la inquisición como saldremos de este “hueco”, no es señalando y acusando solo por vestir un color diferente que el país se recuperará, con estigmas y menos aún con eslóganes que podremos enrumbarnos. Se necesita escuchar al otro (algo que se ha perdido en el camino, que, especialmente los oficialistas practican, incluso dentro de sus propias filas, la cacería de brujas o el etiquetar ha sido algo permanente y excluyente); necesitamos sumar fuerzas, empujar todos en un mismo sentido o por lo menos la mayoría; debemos reconocer que el rumbo del país está perdido; que el modelo rentístico que se arreció bajo este gobierno, dependemos casi exclusivamente de la renta petrolera y un poco de los impuestos, porque acabamos con la producción nacional y como consecuencia con la exportación de productos diferentes al petróleo, es inviable; tenemos que entender que no ha habido una revolución sino el recrudecimiento de un capitalismo rentista.
El país necesita de demócratas en todo el sentido de la palabra y no de intolerantes talibanes.

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