Jorge Cruz, Caracas 11 de Enero de 2016.
Cuando era un infante, aunque normalmente estaba rebosante
de energía había momento en los cuales era superior y los daños no se hacían
esperar, posteriormente lo conocí como hiperactividad. Mi madre no me llevó a
un sicólogo o pastillitas, un chancletazo era la solución, con ello aquella
efervescencia se detenía de inmediato.
La naturaleza también ha actuado de similar forma, los daños
que estamos provocando (los humanos) son de mayor magnitud a su normal devenir,
por ello estamos sufriendo huracanes o tormentas más virulentas.
En pocas palabras, algunas veces nuestras madres o la
naturaleza nos hacen pisar la realidad, nos demuestran que debemos respetar
ciertas normas, que al pasar un límite, un “golpe” nos señala el camino que
debemos recorrer y las precauciones a tomar.
En el país unos hechos recientes en la Asamblea Nacional han
causado revuelo: la sacada de unos cuadros de Simón Bolívar y el expresidente
Chávez.
Para los oficialistas se ha realizado un sacrilegio o algo
similar, para la oposición hay dos puntos de vista: unos están contrarios a la
medida porque consideran que no era importante ello, otro de este mismo grupo
alegan no es el qué, sino el cómo y, un último grupo, que respaldan lo
sucedido, señalando que era necesario hacerlo.
Yo me alineo con este grupo mencionado al final y paso a
justificar el por qué.
Lo símbolos nos hablan al inconsciente, por ello nos
emocionamos, al estar en el extranjero al ver ondear una bandera, escuchar el
himno nacional o cualquier otro símbolo patrio.
El difunto presidente tenía un altísimo conocimiento de
ello, además, que si pudo cambiarlos estaba dando mensajes de que él era el
que estaba en el poder y que mientras “sus” símbolos persistan, permanecerá su
capacidad de gobernar o dominar al país.
Porque, como apunté, el mensaje al inconsciente es: yo
domino tus emociones, tus instintos y, por lo tanto, eres súbdito mío. Su
imagen, presente en muchos lugares públicos, genera reverencia, pleitesía e
incluso adoración como de un Dios.
Cuando cambió la dirección de la cabeza del caballo en el
escudo, le agregó otra estrella a la bandera, cambia el rostro de Bolívar,
convierte edificios de antiguas sedes de subsidiarias de PDVSA en
universidades, entre otros más (lo último en este sentido son los ojos, son
como un dios que te está observando permanentemente y donde quiera que estés),
se está cumpliendo con dicho objetivo: busca sumisión y culto, como el nuevo
redentor.
Con lo anterior queda plenamente argumentado que era
necesario desmitificar a los símbolos si se quería dar otro tipo de mensaje:
que era en un espacio conquistado, en el cual se debía demostrar que ahora son
otros los que están en el poder.
Queda una duda ¿Cómo? Para ello haría unas preguntas: ¿Se
hubiera hecho en la oscuridad, como un ladrón, sigilosamente, como alguien que
está obrando contra la ley? ¿Se negociaría la salida de tales objetos con el
chavismo, en un tiempo y manera acordada? Por último, ¿se debió hacer, tal como
sucedió, a plena luz del día, con cámaras grabando y gestos de desprecio?
Arriba expuse tres opciones, la del medio nunca llegaría a
un acuerdo, sería ingenuo pensar que los oficialistas respaldarían tal medida.
La primera no tiene el impacto que era necesario crear, además, se estaba
actuando como si no se debiera hacer.
Todos sabemos cómo se actúo e inmediatamente intentaré
explicar porque secundo la forma como fue ejecutada.
Cuando se utiliza el juego suma cero, del ganador toma todo,
los resultados son los vistos: La acción causo sorpresa, desconcierto y rabia.
Toda opción tiene un costo, minimizarlo o no depende de tu
pasos posteriores, creo que han sido acertados: contra la reacción de imprimir
millones de retratos y pintar murales, se ha iniciado una campaña de matriz de
opinión en la cual se hace énfasis en los costos de tales actividades y en la
necesidades que padecemos al estar inmersos en un crisis (algo que es cierto y
todos sabemos que no se puede justificar).
Por otro lado, los ha obligado a ser reactivos, viscerales,
lo que demuestra la sapiensa de nuestros progenitores: un chancletazo en el
momento justo causa dolor, produce un rojo que permanece por un tiempo, nos
baja el influjo de energía destructora y hace notar quien es el que tiene el
sartén por el mango.
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