Jorge Cruz, Caracas 8 de noviembre de 2019
Primero hicieron cruzadas contra los huevos, luego fueron
por las gallinas. Justificaron esta arremetida argumentando que los huevos
producen colesterol y que estaban actuando por bien de la población, que
beneficiaba la salud pública.
El párrafo anterior pudiera ser el inicio de una novela,
pero realmente esconde las premisas de
algo que pudiéramos convertir en un mito.
Alrededor del mito se crea un cuerpo de creencias, que lo
sostienen y justifican. Ellos tienen diversidad de fines y surgen,
generalmente, para explicar algo sobre lo que no tenemos un exacto
conocimiento; para proteger personas, espacios, ambientes…; para unificar una
cultura; entre otros. Por ejemplo, en la cultura occidental por varios siglos
se mantuvo que el planeta tierra era plano, posteriormente (Nicolás Copérnico) cambió
la percepción hacia redondo, actualmente se sostiene que es elíptico su forma. Como
podemos observar ha ido cambiando la percepción del mito hasta que puede llegar
a desaparecer como tal.
Eso que llaman izquierda está cimentada en mitos. Voy a
señalar unos pocos.
Para iniciar resalto el del estatismo, es decir, un Estado
poderoso. A pesar de los fracasos en los diversos lugares donde se ha intentado
implementar, se sigue apostado a ello, los ejemplos más representativos son un
imperio: la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) y China, ambos
realizaron un viro de 180° hacia la producción privada, donde el más exitoso ha
sido este último.
Para tener un Estado poderoso se deben cumplir ciertas
condiciones: una buena fuente de ingresos por los impuestos o que sea
propietario de empresas eficientes o minas que le garanticen sumas de dinero
importante. Más adelante expongo que esto no es tan sencillo, que algunas
naciones han podido buscar una forma de mantener a un Estado con cierto poder,
pero pocas han logrado un Estado poderoso.
Segundo, el Estado
debe controlar todo o casi todo. Otra ilusión es tener un Estado que
posea un músculo financiero importante para que su burocracia sea el
fiscalizador de todo el movimiento económico, social y ambiental de la nación,
pero más importante es que pueda ser el único que gestione o administre
sectores productivos “claves” como alimentación, educación y servicios (agua,
luz, salud y energías).
Tercero, la gratuidad de diversos servicios. Otro gran sueño
es que la educación y salud, especialmente, sea sin costo para los pobladores
de la república.
Aquí debo recordar un adagio de la sabiduría popular: “Nada
es gratis”. Lo que aparentemente pareciera
sin valor, tarde o temprano nos demuestra que si lo posee.
Cuando un león se alimenta de una gacela, es ventajoso para
el felino, pero una desventaja para los herbívoros, estos últimos pierden
individuos para el consumo del otro.
Deshojando
Ya he apuntado que para tener un Estado que cumpla con esos
preceptos es necesario, primero, que obtenga suficientes recursos monetarios
para poder tener fuelle, que por un lado, mantenga a su burocracia, programas y
políticas, y a todas las obras de infraestructura. Ahora debemos preguntarnos
¿de dónde deben venir esos recursos? Una de las vías es convertir al Estado en
productor, que sea el mismo o sus actividades productivas quienes puedan
generar sus ingresos. Esta ruta ha demostrado que no es muy eficiente, son contadas
las empresas que han sido autosuficientes, generalmente se transforman en
frentes políticos para emplear a los amigos (se ponen al frente a los que sean
leales y no los capaces) o para garantizar votos. En realidad, lo que
generalmente sucede es que el Estado se transforma en el explotador,
sustituyendo a los “capitalistas” (esto lo desarrollé en otro artículo titulado:
Cuando el Estado es el Explotador, en este blog: www.jorgecruzo.blogspot.com ), ya
que actúa sin control alguno, convirtiéndose en un monopolio, que puede girar
ha oligopolio, que expolia a los trabajadores al no tener quien lo castigue, ya
que el mismo es el que dicta y ejecuta
las leyes y sentencias (el caso chino fue el más cercano a esta imagen, luego
viene una apertura donde se permite que sean las privadas lideren la producción).
Una variante de la anterior es que se posean grandes
recursos minerales, tales como petróleo, cobre, hierro, oro…, que el Estado
recaude, ya sea como propietario de las empresas que los exploten o por las
regalías que ello genera.
Otra alternativa es por medio de los impuestos. Los países de
la Europa nórdica han utilizado con éxito esta vía, los contribuyentes le pagan
al Estado un porcentaje alto de los ingresos por su trabajo, más del 50% en
algunos casos (incluso se llegó a pagar hasta por encima del 100%). Ello ha
garantizado que el gobierno pueda tener a su disposición una cantidad
suficiente para pagar los servicios de salud, educación, jubilación, mantenimiento
y construcción de carreteras o calzadas (dentro de las ciudades) u otras
infraestructuras, para mencionar lo más importante.
Como podemos notar, no se puede exigir o plantear como
programa una educación gratuita sino se tienen los recursos para ello. La “izquierda”
maneja ello como un mito, es una historia que no tiene asidero de realidad sino
hay dinero que pueda asegurar que sea una actividad sostenible en el tiempo,
por ejemplo, la educación gratuita en los tres primeros niveles (primaria,
secundaria y universidad).
Tal vez se pueda argüir que el Estado tiene suficiente dinero
para implementar la educación sin costos hasta un segundo nivel, pudiera ser
cierto, pero debemos recordar que nada es gratis, el desvío de recursos para
tales áreas, pudiera significar que otras sufren mengua.
En pocas palabras, se está en una encrucijada para hacer
realidad esa aspiración: se genera un deterioro en otras actividades propias
del Estado para poder suplir algunas de ellas con el dinero que se cuenta u
otra, es permitir una recaudación de
impuestos altas.
Tal vez la más loable sea esta última, aunque hay que
preguntarse hasta dónde podrá la población aceptar tal pacto, que además, con
toda seguridad es larga en el tiempo, en pocas palabras, es un visión
estratégica en el cual todos los habitantes deben asumir como una inversión a
largo plazo dicho sacrificio.
Los chinos lograron el salto con una restricción de los
DD.HH., prácticas productivas altamente contaminantes y muertes en cantidades
mientras se alcanzaban las metas.
Venezuela sufre este destino, pero sin que se vean que hay
posibilidades de cambio, como sucede en Cuba, ambos países se han convertido en
exportadores de una mercancía de alta rentabilidad para el Estado y parte de
los ciudadanos: Mano de obra calificada que realiza envíos de remesas por años,
pero sin transformaciones reales que apunten hacia un mejoras en la calidad de
vida, sino lo contrario: deterioro en muchas áreas y pocos resultados positivos.
Nada es gratis, ni siquiera los mitos en los cuales navega y
vende como loables la “izquierda”, por ello vemos como todos esos intentos o
promesas de cambio no quedan más que como consignas vacías, al no tener
recursos para aplicarlas y sólo hay una repetición de las políticas económicas,
sociales y ambientales, que tanto critican como perjudiciales estos mismos
sectores.
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