Jorge Cruz, 14 de noviembre de 2019
Todas las especies, incluyendo los humanos, utilizamos la
energía para obtener casi siempre ganancias, ya que tal operación garantiza
nuestra supervivencia. A tal comportamiento yo lo llamo economía energética.
Por esa causa tendemos a crear rutinas y a simplificar
nuestras emociones y razonamientos, que, entre otras cosas, nos lleva a un
pensamiento binario, de blancos y negros, maniqueísmo tales como izquierda-derecha,
yo tengo la verdad y tú estás permanentemente errado, yo estoy con el dios
salvador y tu condenado al infierno,…
Los pueblos, sociedades o comunidades tienen derecho a
equivocarse, como también a intentar corregir. Eso es algo que los gobiernos de
tipo democrático, en todas sus variantes, nos permite o debe permitir; algo que
está casi negado con los autoritarios o, en su extremo, las dictaduras.
Hay un libro del biólogo estadounidense Jared Diamond,
intitulado Colapso, en el cual nos presenta diversos caminos (de corte
ambiental, principalmente) utilizados por sociedades que las pudo llevar a
corregir el rumbo, que les garantizó éxito, fracasos (desaparición) o sólo
sobrevivir.
En pocas palabras, las sociedades tienen derecho intentar
cambiar su devenir, lo lamentable es que muchas veces esto no se logra de forma
pacífica sino en una confrontación en la cual se pierden vidas o cosas. Esto se
da por la tendencia de grupos humanos a blandir que ellos son los únicos
poseedores de la verdad, ese economicismo energético llevado a su máxima
potencia.
Son esos fanáticos que practican adoración de ídolos y
doctrinas milenaristas, salvadoras de todos los pecados, los que practican
cruzadas para limpiar o convertir a los impuros. Hay, aparentemente, dos
versiones: las que se consideran laicas, como la militancia de un partido o
teoría política o un equipo de fútbol, entre otras; o una clerical como cualquiera de las tradicionales
feligresías adoradora de dioses. Aunque, en términos culturales los
comportamientos son similares e incluso existen los que participan en ambos
grupos.
En Latinoamérica vivimos en un permanente vaivén político,
gracias a fanaticadas de diversos tintes políticos. Estos últimos años son una
muestra de ello. Un número importante estuvieron al frente líderes se tenían un
discurso de eso llamado “izquierda”, desde mediados primera década de este
siglo hasta mediados de esta segunda, todo ello gracias a que minerales y
rubros agrícolas tuvieron una escalada de precios, al desinflarse tales
productos, el Estado poderoso (se puede profundizar sobre este tema en el
artículo: Nada es gratis…, en www.jorgecruzo.blogspot.com ) no
pudo mantener el ritmo de subsidios a la economía nacional, por lo que se han
iniciado cambios. Veamos algunos casos:
Argentina tenía
problemas profundos con el gobierno de Cristina Kirchner, se intenta conseguir
un cambio con Macri, que tampoco lo realizó y se vuelve a votar por el
peronismo. ¿Se dará la vencida? está por verse.
En Chile se han
turnado gobierno de “derecha” e “izquierda“, Piñera está siendo empujado a realizar
cambios mayores que esa rutina en la que había caído el país. Aunque en estos
momentos reine el caos y vandalismo de fanáticos que creen que la violencia es
la forma de lograr cambios, es decir, niegan la política o negociación como una
manera más ciudadana de empujar la sociedad hacia un rumbo que satisfaga a la
gran mayoría.
Ecuador eligió a
un seguidor de Correa, que necesita hacer transformaciones en el rumbo, pero ha
contado con oposición para ello, el país está con problemas graves, pero se
insiste en la misma fórmula a pesar que ya la economía muestra cansancio.
Brasil estuvo
regentada por gobiernos de “izquierda”, con el tiempo vino el desgaste y la pérdida
de calidad de vida de la población por lo que apuntaron en otra dirección,
lamentablemente hacia el otro "extremo", que, creo, tendrá corta vida.
Bolivia también
ha tenido su debate, aún en proceso, un presidente que realizó muchas mejoras,
gracias a unos precios internacionales favorables de las materias primas que
allí producen o tienen energía fósil (gas), pero al bajar tales rubros, los ingresos merman y
la economía comienza a echar aguas, su déficit está creciendo, por ello se
busca sustituto a Evo Morales en el Referéndum, algo que él no aceptó, por lo
cual se lanza a una nueva ronda presidencial, la cual al saber que no puede
triunfar legalmente, realiza un fraude. Se viene un nuevo gobierno, vamos a ver
qué sucede, sino realiza políticas para los sectores indígenas su futuro no
será largo.
Venezuela, es el
peor caso de fanatismo, unos milenaristas que creen tener todas la razón
insisten en llevar a dicha nación a inferiores condiciones a las actuales, ya
de por si, paupérrimas. Se mantienen apoyados por las fuerzas represivas del Estado,
el terror ciudadano, la trampa electoral, fundamentalmente.
Las democracias tienen la posibilidad de la alternatividad,
de los pueblos intentar corregir, cuando esa voluntad popular es manipulada (no
permitir que contendores de similar peso compitan, fraude en los datos de
votación, utilizar organismos y fondos del Estado para campañas, entre otros),
se va o está camino a un gobierno autoritario o su versión más extrema:
dictadura
En pocas palabras, al coartar los cambios de visiones e
insistir, a la fuerza generalmente, en un solo tipo de gobierno, se mata el
principal sentido de la democracia y con ello la posibilidad de enmendar las faltas
que los ciudadanos perciben como tal. Los colapsos son reales, ellos anuncian
su aparición y son causados por repetir en fallas que no funcionan, pero por fanatismo
se repiten.
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