Jorge Cruz, Caracas 7 de septiembre de 2012
Hace poco estuve en una charla en la cual se justificaba el
ingreso de Venezuela al Mercosur.
Fue interesante, porque por un lado se dibujó los cambios en
la geopolítica a escala mundial, por el otro, como complemento, que son los
países del BRIC (Brasil, Rusia, India y China) los que están creciendo en sus
economías; mientras que los tradicionales (EE.UU., Europa y Japón) van en
caída.
Además, Brasil y Argentina son las economías más pujantes en
Suramérica y, como dije arriba, uno de ellos a escala mundial.
En pocas palabras, se justificaba las alianzas con los
países del BRIC, porque son los ganadores, los que van en forma ascendente.
Yo quedé con un sabor extraño en la boca, porque no veía que
era porque nuestro país estaba construyendo un socialismo y buscaba alianza con
países similares, ¡¡NO!! La razón es unirnos
a unas naciones con economías pujantes. ¡¡Vaya!! ¡¡Vaya!!
Esto me llevó a preguntarme nuevamente sobre el modelo de
país que supuestamente estamos construyendo.
Por
casualidades, me cayó en las manos un libro titulado Más allá del Desarrollo (autoría del Grupo Permanente de Trabajo sobre Alternativas al Desarrollo, Ediciones AbyaYala y
Fundación Rosa Luxemburgo. Quito-Ecuador, noviembre 2011) del
cual voy a utilizar citas de varios autores.
Este grupo de autores de diversos países, especialmente
suramericanos, intentan analizar los movimientos geopolíticos y sociales que
tienen como foco Suramérica, bajo la visión de alternativas al desarrollo, este
último como un concepto y concepción del mundo que ha dominado la escena global y de nuestra América del Sur.
Ellos proponen un concepto que ha dominado a esos gobiernos
progresistas (Venezuela, Ecuador, Bolivia, Uruguay…): Neo-extractivismo. Mencionan
como cada uno de esas repúblicas tiene una carrera por explotar sus recursos
mineros.
Una rápida revisión nos dice que es cierta dicha afirmación:
Venezuela, Ecuador, Bolivia, por ejemplo, con el petróleo y/o gas, Uruguay y
Argentina con oro y hierro, principalmente, sin mencionar a Brasil.
Por ejemplo Eduardo Gudynas, en su artículo: Desarrollo, extractivismo y
buen vivir. Debates sobre el
desarrollo y sus alternativas en América Latina: Una breve guía heterodoxa;
afirma:
“Bajo el neoextractivismo hay importantes reconfiguraciones
en los debates sobre el desarrollo. Mientras que en el pasado se asociaban las
economías de enclave con la dependencia comercial y la transnacionalización,
ahora se las defiende como éxito exportador; mientras que años atrás se
reclamaba abandonar el extractivismo para promover la industrialización
nacional, hoy en día se festejan los récords de exportaciones de materias primas.
La subordinación comercial a las empresas transnacionales y la globalización, y
con ello, a toda la gobernanza mundial, dejan de estar en las fronteras de la
críticas, y son aceptadas. Si bien el extractivismo se aleja de la justicia
social por sus altos impactos sociales y ambientales, los gobiernos de
izquierda intentan regresar a ella a través de medidas de redistribución
económica, y en especial por el pago de bonos. Pero ésa es una justicia
esencialmente económica, y muy instrumentalizada, y que se parece mucho a la
caridad y la benevolencia.”
Continúa: “Se minimizan o niegan los impactos ambientales, y se intenta
sofocar las protestas ciudadanas. Una y otra vez resurge el mito de una región
repleta de enormes riquezas −sin límites ambientales− y que por lo tanto no
pueden ser desperdiciadas, y deben ser aprovechadas con intensidad y
eficiencia.”
Más adelante:
“Se genera una
curiosa situación, donde la “alternativa” progresista de desarrollo es sin
duda un cambio frente al reduccionismo mercantil, pero es también convencional
en relación a muchas de las ideas clásicas de desarrollo. En parte se parece a
los planes tradicionales de la década de 1960, con una apelación de desarrollo
nacional, aunque sin el acento en la industrialización propia por la
substitución de importaciones. Las acciones para combatir la pobreza son más enérgicas, pero
el sistema está abierto a las importaciones de bienes de consumo y se mantienen
los procedimientos convencionales de apropiación y comercialización de
recursos naturales. Estos y otros factores hacen que ya no sea posible
discutir ni las metas de inversión ni las de exportación, y solo se podrá
debatir sobre cómo se usarán los excedentes captados por el Estado.”
Para finalizar este autor: “Este es un estilo de desarrollo que acepta las condiciones
del capitalismo actual, donde el Estado debe reducir o compensar algunas de
sus aristas negativas. Este es un ‘capitalismo benévolo’ que apunta sobre todo
a lidiar con la pobreza y la desigualdad con rectificaciones y compensaciones.”
Otro autor Alberto Acosta y su artículo: Extractivismo y neoextractivismo: Dos caras de
la misma maldición, tiene otro datos de interés:
“La
abundancia de recursos externos, alimentada por los flujos que generan las
exportaciones de petróleo, lleva a un auge consumista que puede durar mientras
dure la bonanza, y es una cuestión psicológica nada menor en términos
políticos. Este incremento del consumo material se confunde con una mejoría de
la calidad de vida. En estas circunstancias, el gobierno puede ganar
legitimidad desde la lógica del consumismo, que es no es ambiental y
socialmente sustentable, para seguir ampliando la frontera extractivista.”
“Si bien el progresismo
sudamericano ‘genera un extractivismo de nuevo tipo, tanto por algunos de sus
componentes como por la combinación de viejos y nuevos atributos’, no hay
cambios sustantivos en la actual estructura de acumulación. Con esto el
neoextractivismo sostiene ‘una inserción internacional subordinada y funcional
a la globalización’ del capitalismo transnacional… Entre los puntos destacables
está ‘una mayor presencia y un papel más activo del Estado, con acciones tanto
directas como indirectas’. Desde esta postura nacionalista se procura
principalmente un mayor acceso y control por parte del Estado sobre los
recursos naturales y los beneficios que su extracción produce… Para lograrlo, ‘el
Estado capta (o intenta captar) una mayor proporción del excedente generado por
los sectores extractivos’. Además, ‘parte de esos recursos financian
importantes y masivos programas sociales, con lo que se aseguran nuevas fuentes
de legitimación social’. Y de esta manera el extractivismo asoma como
indispensable para combatir la pobreza y promover el desarrollo.”
Más adelante: “Como en épocas pretéritas, el grueso del beneficio de esta
orientación económica va a las economías ricas, importadoras de Naturaleza, que
sacan un provecho mayor procesándola y comercializándola en forma de productos
terminados. Mientras tanto, los países exportadores de bienes primarios, que
reciben una mínima participación de la renta minera o petrolera, son los que
cargan con el peso de los pasivos ambientales y sociales.”; demás está recordar que
hace poco el ministro y presidente de PDVSA Rafael Ramírez reconoció que
nuestras importaciones de gasolina desde los EE.UU. se han venido incrementando
de manera exponencial.
Para finalizar este autor unas afirmaciones retrato de los
estados extractivistas que no requieren mucha explicación si las intentamos encontrar
en el país:
“•
Débiles instituciones del Estado para hacer respetar las normas y capaces de
fiscalizar las acciones gubernamentales.
•
Ausencia de reglas y de transparencia que alienta la discrecionalidad en el
manejo de los recursos públicos y de los bienes comunes.
•
Conflicto distributivo por las rentas entre grupos de poder, lo que a la larga,
al consolidar el rentismo y patrimonialismo, disminuye la inversión y las
tasas de crecimiento económico.
•
Políticas cortoplacistas y poco planificadas de los gobiernos.
• Ilusión de la riqueza fácil y abundante derivada de la
explotación y exportación masiva de recursos naturales, incorporada como un
ADN en amplios segmentos de la sociedad y los gobiernos.”
Para
no cansar voy a cerrar las citas con una de Edgardo Lander en: El Estado
en los actuales procesos de cambio en América Latina: Proyectos
complementarios/divergentes en sociedades heterogéneas:
“De
estos países, es en Venezuela donde las luchas antidesarrollistas y
decoloniales tienen menos peso. Acentuando la dependencia creciente que ha
tenido el país durante prácticamente un siglo en el petróleo, este producto
representó el 95% del valor
total de las exportaciones en el año 2010 (Banco Central de Venezuela, 2011).
Este fenómeno no trata solo de una inevitable inercia que esta elevada
centralidad del hidrocarburo genera en la economía para el conjunto de la
sociedad, el sistema político y el Estado venezolano; ni de una distorsión
estadística pasajera, producto de los elevados precios del petróleo en el
mercado internacional. Corresponde, por el contrario, al modelo productivo que
se propone como parte del ‘socialismo del siglo XXI.’”
En pocas palabras, no es que
estemos embarcados en una liberación colonizadora del imperio, es que estamos
cambiando de imperio o imperios (China y Brasil principalmente), seguimos con
la ruta de producir oro (negro) para recibir espejitos. Esta revolución se
quedó en consignas y en un retroceso a etapas que considerábamos pasadas. Tristemente
tengo que decir ¡¡Los acompaño al funeral de una ilusión!! Pero espero que entiendan
que no quiero ser partícipe o cómplice de ilusiones.
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