Jorge Cruz, Caracas, 4 de Mayo de 2013
Joseph Goebbels escribió algo que de por si resulta
paradójico: una mentira dicha mil veces se convierte en una verdad. Algo así
está pasando con la palabra Golpe.
Se ha puesto de moda. La escuchamos casi todos los días,
cuando no es por una cosa es por otra.
Una de las acepciones más expresadas es para significar un
Golpe de Estado. Si revisamos la historia de Venezuela, desde los años 50 del
siglo pasado hasta nuestros días, un solo Golpe de Estado ha sido victorioso y
tuvo trascendencia, en el cual los civiles y las FF.AA. se unieron para
derrocara a Pérez Jiménez. Posteriormente, solo ha habido intentos: un liderado
por el difunto presidente Hugo Chávez,
otro por parte de simpatizantes de su causa y uno contra HC, que aunque asumió
el poder un civil, fue de muy corta duración, que no se puede considerar como
exitoso.
Sin embargo, el oficialismo ha sacado mucho provecho de ese
intento de gobernar por ciertos grupos opuestos al mismo. (No quiero adentrarme
en desnudar ese golpe y la maquinaria propagandística que posteriormente, luego
de reasumir el poder, ha hecho). Si quiero recalcar que un Golpe tiene
participación de fuerzas del orden, especialmente el ejército, y, en muchos
casos, civiles. Otra peculiaridad es que tiene que ser de corta duración, es
decir, efectivo en la toma del poder, porque de otra forma se convierte en una
guerra civil.
Por ello causa cierto rictus de gracia, aunque no es nada
gracioso, el que si un candidato y sus seguidores, soliciten una auditoría de
unas elecciones, se la haya titulado como un intento de golpe. Si las FF.AA. no
han participado, no ha habido movimientos de tropa, ni armas para someter al
contrario, cómo se le puede calificar de golpe.
Queda girando la pregunta ¿por qué se le llamó golpe? Por lo
antes señalado, la palabra golpe tiene unas connotaciones muy precisas en el
imaginario de los simpatizantes del oficialismo; el cual respondió como era de
esperar, repitieron y respondieron ante el miedo que ese término dispara: se
llenó de improperios las redes, los ataques contra los contrarios no se
hicieron esperar, en algunos casos fueron incluso físicos. La cultura del
chavismo se cierra ante si ante un “ataque” del invasor (en este caso
oligarcas, apátridas, burguesitos, pitiyanquis y un largo etcétera).
Pero seriamente, ¿una auditoría, puede significar un golpe? Si
la misma puede ratificar al que se declaró ganador, pareciera que el miedo a
una auditoría es por un motivo, diferente a lo que ella significa. Me aventuro
a conjeturar dos hipótesis (declaro que no soy auténtico): que es para esconder
que la “victoria” que sabe a derrota o porque la auditoría puede revelar algo
que sucedió en las elecciones que no se quiere airear.
Posteriormente ha habido algo cercano a un “golpe”, no de
Estado, sino de uno de los poderes: la Asamblea Nacional, al cercenar la
participación de los diputados contrarios al oficialismo. Hecho que recuerda a
un funesto personaje que estuvo gobernando en Perú: Alberto Fujimori y su
cercenamiento del congreso en dicho país.
También, no golpes, sino golpizas en ese último espacio
señalado.
Quiero también apuntar, que además de un discurso pleno de
mentiras o conceptos errados, que es una mentira que las revoluciones son de
una clase contra otra. Quisiera que alguien me demuestre que hay una revolución
uniclasista, dónde no hayan participados oficiales del ejército, soldados y
civiles. Las “revoluciones” surgen porque hay necesidades de un lado, la
mayoría, y algún líder arma un discurso que suma, él puede surgir de los estratos
ricos, p.e. Bolívar o sectores medios, Hugo Chávez; pero solamente se convierte
en factor aglutinante cuando se ofrecen prerrogativas a los más desposeídos (el
caso de Bolívar es más que elocuente, cuando habló de libertad para los esclavos,
su ejército creció y pudo alcanzar respaldo para la victoria final). En pocas
palabras, lo que existe es un discurso que agrega voluntades bajo un líder para
la toma del poder, es una lucha de culturas, no de clases.
Por ello, ese discurso rancio de burgués, oligarca… suena
vacío. En el chavismo hay generales bien burgueses, hay empresarios bien ricos,
hay corruptos que se han llenado como nunca antes habían podido, hay sectores
medios, medio acomodados, otros medios pasando penurias y pobres que no han
salido de allí. Como lo hay en el otro bando.
Por otro lado, el poder arropa, enceguece, destapa unas
ansias desmesuradas (la trilogía de J. R. R. Tolkien: El Señor de los Anillos
es muy ilustrativa de ello). El poder, como la riqueza (que generalmente van
unidas), no tiene límites; por ello es normal ver que un hombre rico cada día
quiere aumentarla más y más, el poder actúa igual.
Es decir, que los discursos políticos que hablan de uno
contra otros está dirigidos para dividir (Maquiavelo hace su aparición), porque
divide y reinas.
La maquinaria de propaganda nos sigue golpeando con sus
consignas en el imaginario que, lamentablemente, muchos repiten sin analizar y,
por ello, son presas fáciles de los que emiten esos mensajes, que buscan más
que construir un país, generar muros, cuando necesitamos puentes entre los que
pueden ayudar. Hay que aceptar que el país tiene muchas corrientes, una
agrupada bajo el chavismo, otra bajo Capriles y otras más que no creen o son
partícipes de las anteriores, que todos buscamos un mejor futuro para nuestros
pasos, que van de recogida, y para los que vienen detrás. Generalmente las
diferencias no están en el Qué, sino en el Cómo, por lo que es el diálogo, el
ganar-ganar donde debemos ir, la ruta a seguir.
No podemos permitir que la mentira se convierta en una
verdad, porque, lo dije en un artículo anterior, mientras los “generales” se
toman un café y ríen, los soldados sufrimos las pérdidas (de amigos, familiares
y similares).