Jorge Cruz, Caracas 24 de junio de 2021
Cuando nos
pica un mosquito ¡que se espere un manotazo!
Esa es la
respuesta inmediata, instintiva ¡el ataque!, al tener frente a nosotros, ya sea
un texto, un audio o un video que nos presentan otras visiones o formas de ver
la vida
Me han “condecorado” con diversos epítetos, me han loado con
eslóganes de mucho esplendor y valor dudoso, algunos de ellos apuntan a que soy
un partidario de la “derecha” porque no la critico. Para comenzar, los que se
autotitulan de izquierda alegan que son diferentes que la derecha, que esta
última es una permanente violadora de los derechos humanos, la realidad nos
enseña otra cosa: son acérrimos críticos cuando no están en el poder, pero al
acceder a él son como los cochinos del famoso texto de George Orwell: La
Rebelión en la Granja. Por ello, aunque en mis escritos hablo de la “izquierda”
en realidad estoy criticando ambas, porque para mi su actuar es similar, para no decir peor, Venezuela es un claro ejemplo.
Por ello
puedo afirmar que ¡Soy rico! Si, tal como se lee, tengo botija y media llena,
gracias a mis escritos o respuestas en otros post. Es una riqueza efímera, sólo
aparece instantes, son como flashes que tienen diversas voces que generalmente
intentan ser un garrotazo, pero que tienen el peso de una pluma.
Ello es
simplemente porque alguien se atreve a echar un poco de agua a nuestros pies de
barro, razón por la cual lo descalificamos inmediatamente: eres de ultra
derecha o izquierda, opositor u oficialista, enemigo de la verdad, sin
mencionar los improperios; sin mirarnos tan siquiera el ombligo, que esos
endilgarmientos al otro sólo demuestran nuestras falencias, la falta de
respuestas o argumentos, la forma fácil, pero vacía de achacar al adversario de
ideas que nos ha agarrado con la guardia abajo.
Es que el
lodazal en el cual se convierte nuestros cimientos no nos permite avanzar, ver
más allá, solamente patinamos en el mismo lugar y sentimos que lentamente nos
hundimos en la nada.
Es una
resistencia al cambio, un sentido de espacio desocupado, un hoyo negro que nos
engulle; el descubrir que tanta energía invertida en construir nuestro discurso
se va de repente por un albañal. ¡Da miedo!, y él nos conduce a defendernos con
la agresión verbal, generalmente, en otras situaciones, si hay presencia
física, se puede llegar a la embestida corporal.
La
intolerancia, como lo afirmé en un artículo reciente, no se mide por el grado
de educación o formación, cualquiera la
ejerce.
Rol de las redes sociales
Las RRSS han
ayudado a que esa burbuja en la cual queremos permanecer inmaculados se
refuerce, los algoritmos escogen por nosotros los tipos de lectura o videos que
están en sintonía con nuestros gustos, nuestra verdad.
Es parte de
ese ritmo despiadado en el que nos hemos envuelto, queremos reafirmar nuestras
creencias, nuestra verdad y estas nuevas geografías fortalecen la muralla que
deseamos construir para mantenernos en un gueto donde solamente escuchamos
nuestro parecer.
Permanecemos
en un limbo en el cual no queremos ser perturbados por los ruidos que generan
las voces disonantes. No queremos crecer, transformarnos y con ellos hacerlo en
nuestro entorno ¡NO! Únicamente estar en ese castillo de cristal que nos hace
intachables entre la tribu, un borrego
más que rumia oraciones prefabricadas en laboratorios, propaganda y como tal,
barata, de “belleza” y maleabilidad para construir escudos y otras artillerías
con las cuales arremeter contra los otros.
Las RRSS se
convierten en una camisa de fuerza para los miembros de la tribu o ring para
dar y recibir golpes sin tener que digerir, solo escupir o lanzar gritos de
guerra.
Lo terrible
es que su poder puede ser constructor y destructor, dado su grado de
penetración y seducción, por su símil
con las conversaciones reales, aparentan ser grupos de amigos que charlan, en
disimiles territorios, muchas veces sin tener contacto visual, sin conocer con
quien se interactúa, pero crea conjuntos de seres humanos conectados
virtualmente.
La tribu en acción.
Las tribus
han proliferado por la amplia difusión de ellas, lo perverso es que ese amasijo de personas se pueden
ir amalgamando como una maquinaria que comienza a operar muchas veces sin
objetivos finales, o mejor decir, en los que desemboca finalmente. Digo
maquinaria porque realmente es una maquinaria, cada individuo es solo ejecutor
de unas tareas.
En ellas se
utiliza a personas comunes y corrientes para ejecutar las ordenes, los cuales
cumplen sin medir totalmente las consecuencias, cuando lo hacen se
autojustifican como parte del gran objetivo del partido o de su revolución.
Hay mucho
metalenguaje en la correspondencia, no se dice claramente lo que se persigue,
solo los implicados entienden claramente el mensaje.
Otra peculiaridad es que cumplen órdenes a pesar que ello
esté en contra de los principios, se cumplen con la automentira que si no lo
hacen peor será el castigo, la exclusión. Es decir, puede que el feligrés tenga
dudas de su actuar, pero se siente impotente para cambiar los hechos y no
quiere perder el sentido de comunión que existe dentro de esas comunidades.
Por último quiero señalar que el liderazgo puede incluso
guiar hasta la muerte y es aceptada como un beneficio. Ha habido variados casos
de suicidios colectivos, por ejemplo. No quiero iniciar un debate sobre si es
bueno o mal, no es sobre ética que estoy hablando, porque, como lo he anotado
anteriormente, los que aparentemente están guiados por buenas acciones,
realmente buscan su propio beneficio, disfrazando sus intereses personales.
Otro aspecto, el líder no es solamente la cara visible, sino quién da el perfil
del grupo, son sus pareceres los que marcan la ruta a seguir, es él y su equipo
quienes dirigen y manipulan, si es necesario, para, por un lado, mantenerse en
el poder, y, por el otro, para que la congregación siga sus designios. Los
Como vemos
la tribu tiene factores positivos y negativos, aunque da sentido de pertenencia
e identidad, también puede llevar a realizar acciones que niegan sus valores
fundamentales, el portarse como un cardumen de pirañas que atacan sin piedad y
reducen a casi la expresión menor a la víctima o víctimas.
En pocas
palabras, he querido mostrar cómo opera el fanatismo y la intolerancia, tanto
en lo individual como grupal. No es tan evidente como se piensa, tampoco se es
consciente de ser parte de la movida, el bosque que no permite ver a árbol.
Atacamos a
los otros, los diferentes porque el único mundo apropiado es el de las
creencias propias, no se acepta que puedan haber otras visiones o pareceres.
Por el contrario la naturaleza nos expone que la diversidad es la norma, la
capacidad de subsistencia de una especie se multiplica al tener más de una
oportunidad o posibilidad genética.
El mundo de
las ideas es diverso como la madre de todos los seres vivos y no, hay un decir
muy cierto: “Cada cabeza es un mundo”, procurar homogenizar es un enorme error,
las guerras son la expresión más siniestra de ello por lo masivo de las
muertes, pero hay violencia casi permanente en todos lados, producto de intolerancia
y fanatismo.
Por todo lo
hasta aquí escrito, yo seguiré mi rumbo, es el que me trazado y considero
acertado para mi, intento mantenerme ajenos a fanatismos, dispuesto a aprender,
asimilar nuevas experiencias y puntos de vista, y cambiar con las nóveles
influencias, no es ser una veleta, sino buscar el mejor viento a babor y
estribor para llegar a puertos y partir,
cuando sea necesario, a derroteros por conocer y asimilar. No quiero beber del
cáliz que produzca daños a otros o a mi persona, esa copa se la dejo a otros.
No quiero
caer en sus juegos malsanos, mis respuestas serán siempre con argumentos, palabras
razonadas y respetuosas, no puedo esconder que en algunos momentos llenas de
cinismo.
Que sepan
que sus vinos agriados no pasaran por mi garganta. Es un problema de cada quien
y esa cruz la deben o pueden cargar por largo trecho o proponerse abrirse a
nuevas ideas, no es con la violencia verbal o física como podrán solventar su
carencias o construir un mundo mejor.
Ciertamente
somos animales básicamente instintivos, pero de allí a dejarse dominar por las
emociones y con ello destruir o golpear a otros, física o verbalmente, no tiene justificación.
Como es el
decir venezolano contra esos cantos de sirena: ¡Va de retro Satanás!