Jorge Cruz, Caracas 8 de noviembre de 2017
Normalmente relacionamos adicción con drogas, pero lo real es que hay otros tipos de “vicios”. Pavlov logró con una campana que hacia sonar para un perro, que al escucharla, por su relación con la comida, iniciaba un proceso de salivación.
Nos pueden condicionar a ciertos comportamientos, nos hacemos dependientes a ellos.
Los que poseen el poder económico y/o político saben de ello, lo utilizan, aunque en algunos casos abusan y podemos caer en la llamada desesperanza aprendida, momento en el cual comenzamos a aceptar todo (incluyendo la violación de nuestros derechos) como normal, como parte de nuestra cotidianidad.
En el país vivimos, con un Estado centralista, cada vez más afincado por las políticas de estos últimos 18 años de gobierno, con una empresa (PDVSA) que le ha generado dividendos que le da al gobierno un ingreso suficiente para subsidiar muchos servicios o políticas (en los circuitos académicos le llamarían políticas populistas) y un pueblo que se ha acostumbrado a vivir de esas “bondades”.
Se ha creado una cultura del pedigüeño, mendigos, personas de manos extendidas esperando migajas (aunque no podemos negar que hay algunos que reciben más migajas que otros). Esta conducta se ha generalizado y profundizado con este gobierno, especialmente por los malos manejos de las políticas económicas (uno se pregunta si es a propósito).
Desde los años 60, donde se prosiguió, pero con números muy superiores a las anteriores décadas, el proceso de crecimiento de las ciudades, el asentamiento de la población cambió radicalmente, de un 20 % urbano en los 40 a un 70% a inicio de los 70. Este cambio poblacional hizo que la producción agrícola fuera deficiente en algunos rubros, no se dio por una transformación tecnológica o expulsión de los habitantes del campo sino por la atracción que brindaban ciudades con servicios y trabajo (necesidad de mucha manos de obra por todas las cantidades de construcciones y obras de infraestructura desde Pérez Jiménez en adelante).
El país se reafirmó en un modelo rentista, un modelo que generó un Estado poderoso, con grandes ingresos por los royalties petroleros y mucha gratuidad en servicios o de bajos costos (subsidiados). En los 70 esto se potencia con la nacionalización de la industria petrolera y la creación de PDVSA, una empresa que estuvo hasta principios de este siglo entre las 10 primeras del mundo.
Los ingresos del Estado han sido fluctuantes, desde finales de los años 40 hasta principio de los 70, Venezuela fue por varios años el principal productor de petróleo a escala mundial, con una moneda fuerte, de las más poderosas, gracias a lo generado por el petróleo. En los 70 este ingreso se multiplicó varias veces hasta finales de esta misma década, lo que permitió muchos programas sociales y ser el país líder en desarrollo en toda la región latinoamericana.
Luego viene unas décadas de menguados ingresos que hacen que muchos servicios o beneficios del Estado (el bienestar social) se deterioren.
En la primera década de este siglo se vuelve a tener un nuevo boom de los precios e ingresos, una bonanza que nuevamente es mal utilizada, el gobierno actuó como el ganador de un billete gordo de lotería: muchos programas sociales para redistribuir el chorro de dinero que entra, reparto entre países “amigos”, corrupción desmedida, entre otros males. Agregado a esto pésimas políticas económicas: las importaciones se dispararon.
Tenemos así que la bonanza del precio del petróleo hizo estragos en la producción nacional, se subsidió la importación por medio de diversos programas del Estado, por ejemplo Mercal, que importaba buena parte de su oferta, por lo que se ha hecho que se dependa cada vez más del exterior, algo que se ha extremado en estos últimos años.
Posteriormente viene una caída de los precios del petróleo, con ello la falta de divisas para importar, con una mayor crisis de producción en el territorio, por lo que la capacidad adquisitiva se desplomó a niveles nunca vividos, con terribles políticas fiscales y monetarias, por lo cual se tiene una inflación superior en mucha cantidad a la segunda a escala mundial.
Los rubros de la cesta básica son casi en su totalidad importados, que se pagan un alto número en dólares del mercado negro, toda esta tragedia ha tenido como resultado que la población se ha hecho más dependiente de los operativos o bolsas (Clap) con productos subsidiados (importados), ya que ellos garantizan que los deficientes salarios o ingresos puedan rendir hasta la siguiente quincena o semana.
He afirmado que nos hemos vuelto más mendigos, no solo por alimentos, como señalé arriba, sino por muchas otras cosas.
Por ejemplo, para cruzar una calzada, donde hay un paso para los peatones, tenemos que pedir que nos dejen pasar por el mismo, ya que generalmente esta invadido por los vehículos, nos hacemos dependientes de la buena voluntad de los conductores.
Muchos de los servicios son deprimentes como funcionan, por lo cual tenemos que rogar y rezar que funcione con el mínimo aceptable.
Andamos suplicando porque llegue agua por las tubería y de calidad suficiente, la luz sea continua, el teléfono esté operativo, Internet nos permita navegar, la basura sea recogida, para el trámite que podamos obtener una cita, para que quien nos atienda sea servicial y esté de buen humor, para que el cajero tenga efectivo, para que la medicina que nos recetaron esté en inventario y que su precio nos permita adquirirla, para que el hospital tenga cama para internarnos, para que el seguro nos cubra el tratamiento en una clínica; en fin, vivimos de súplica en súplica lo que debería ser una oferta normal.
No podemos olvidar la última migaja: regalo navideño a los que tienen carnet de la patria.
No podemos olvidar la última migaja: regalo navideño a los que tienen carnet de la patria.
Nuestra dependencia ha crecido de manera exponencial, todo es un gran caos, un esperar que la suerte nos acompañe; un gobierno que se ha afincado en destruir las instituciones, la ley (desde la Constitución en adelante), las formas políticas de participar, en monopolizar la información que circula en los medios, en convertirnos en andrajosos que imploramos por mendrugos, en desear un operativo que castigue a los acaparadores o especuladores (que realmente son consecuencia de las malas políticas), en ser adictos a sus acciones de “buena fe” en el corto plazo…
Un gobierno que se ha aislado y convertido en ciego y sordo del acontecer diario.
Tengo que confesar que la única dependencia que padezco con absoluto fervor, la única mendicidad que practico religiosamente es ¡que se vayan!
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