Jorge Cruz, Caracas 27 de noviembre de 2017
Los tabúes y mitos son parte de nuestra respuesta ante lo desconocido
o lo preventivo. Por ejemplo, una comunidad indígena para evitar que se tale en
las cabeceras de ríos, se generan tabúes y mitos sobre ese espacio. Por ello se
puede convertir en un lugar sagrado, que prohíbe su intervención o se
construyen leyendas para su preservación.
Es decir, son respuestas de la cultura para prevenir que
algún tipo de actividad perturbe la continuidad de la misma.
Voy a ilustrar ello con varios casos:
El primero es relacionado a la teoría política de Carlos
Marx. Dicho autor menciona dos tipos de valor, de uso y cambio; el primero es
el que determina un intercambio, que está representado o imbuido por la fuerza
de trabajo social, el segundo es cuando la mercancía satisface las necesidades
de una persona.
Lo que realmente se está intercambiando es energía, no fuerza
de trabajo. En la naturaleza se da transformación de energía, tal como se
expone en las leyes de termodinámica, y nosotros como parte de ella,
participamos en esas modificaciones.
Pareciera un diferencia mínima, pero esa sutil variación
genera una acercamiento distinto, ya que no es que el trabajo sea un actividad
exclusiva del ser humano, restrictiva a él para transformar la naturaleza, sino
que es parte de la naturaleza en sí. Los animales también cambian su medio para
poder obtener energía. Estudios diversos nos han demostrado que no es exclusivo
del ser humano el generar herramientas, por ejemplo. También los robot
trabajan, esto es algo que va más allá de la intensión de este artículo y, por
lo tanto, no lo desarrollaré ahora.
Otro mito está relacionado al discurso del gobierno
venezolano que hay una guerra económica que ha llevado a la población a sufrir
una hiperinflación.
La realidad es que el fenómeno de subidas de precios de forma
regular y que llegan a los tres dígitos no es algo exclusivo de a un régimen de
“izquierda” como alegan. En Latinoamérica no es algo nuevo, ya lo han sufrido
en el siglo pasado: Perú, Bolivia, Argentina y Brasil, algunos de ellos bajo
dictaduras y otros en democracias; es decir, no es restrictivo a un tipo de
ideología. Por lo tanto, alegar que es por culpa de ciertos grupos nacionales
con el apoyo del imperio es una mentira que insulta la inteligencia.
Caso llamativo es que en casi ninguno de los países
mencionados sufrieron un desabastecimiento severo como el que está padeciendo
Venezuela. Tampoco la aparición de revendedores minoritas o como comúnmente se
les ha llamado: bachaqueros. El control de cambio, la destrucción de la
producción nacional, el control de precios y la exigua oferta de dólares por
parte del gobierno, han llevado a surja una economía paralela, un mercado abastecido
por cadenas de intermediarios, que van desde los altos niveles (importadores desde
el extranjero a dólar subsidiado para un número importante de artículos de
primera necesidad, con altas ganancias en esa negociación) hasta los minoritas
que adquieren, desde en lugares de venta a precios regulados, hasta en ventas a
mayoristas que luego suben los precios a niveles varias veces por encima del
regulado.
Otro caso a señalar, es que en Venezuela no se han indexado
los salarios, por lo que los incrementos del valor de los productos se hace
cada vez más imposible de adquirir. Por último, la opacidad del gobierno ha
hecho que no se conozca oficialmente la tasa de inflación, ni la esperada, ni
la del momento, por lo cual se da pie para una especulación mayor por parte de
los actores económicos, como tampoco la indexación arriba señalada. Esto si fue
común en los otros países.
En pocas palabras, ha sido el gobierno con su medidas económicas:
fijación de precios con base en cambio al que se adquirió por el importador o comerciante,
con la consecuente descapitalizacion de tales actores económicos; salariales,
solo está permitido el incremento por decreto presidencial; cambio, no se ha
realizado una política eficiente al respecto, desde varios tipos de cambio,
hubo momento de hasta tres de tipo oficial, hasta la poca oferta oficial; la
persecución o acoso al productor nacional, lo que ha hecho que sean expropiado
o abandonen la producción empresarios o, como resultado de lo primero apuntado:
precios fijos, que ha llevado a la quiebra a comerciantes al no tener
suficiente dinero para la reposición de su stock de productos; entre otras las
que han llevado la nación venezolana a la situación en la cual está.
Otro mito: el gobierno no controla los precios. Generalmente
reclamamos que el gobierno no está controlando, que el Sundde o cualquier otro
organismo no supervisa y hace que se cumplan los precios regulados. Esta
afirmación es falsa, primero, el gobierno es quien adquiere un número
importante de los bienes que consumimos, pueden ser de la cesta básica como
otros que consideran de valor publicitario como autobuses para el transporte, tanto
los de empresas públicas como privadas. Segundo, para movilizar cualquier
mercancía se debe tener una Guía de movilización que emite Sunagro, la cual es
una bitácora (tiene información del conductor, vehículo y mercancía). Tercero,
las carreteras, incluyendo autopistas (algo fuera de lo común) se han llenado
de alcabalas (Antonio Ledezma comentó que pasó 29 desde Caracas a San Antonio
y, yo en la vía local entre San Carlos y Valencia, casi 100 kilómetros, conté
5). Cuarto, los negocios no guardan mercancía para evitar que se les acuse de
acaparadores (recientemente hubo un allanamiento a Makro de Naguanagua, su
sorpresa fue que no encontraron mercancía en los galpones, solo la que estaba
en exhibición, por ello no hemos escuchado nada luego de la intervención). Y
quinto, los comerciantes son obligados a vender al precio del dólar con el cual
adquirieron la mercancía.
Voy a comentar anécdotas personales. Hace ya un mes, estando
de cacería de productos, me entero de un lugar que tiene azúcar, llego al lugar
y pregunto por ella me señalan la cajera, a un lado de ella habían lotes de tal
producto, pregunto por el precio y me da tres: Bs. 22, 25 y 30, yo me llevé las
4 que quedaban de Bs. 22, aunque antes de ello solicité el porqué de esas
diferencias, su respuesta fue que fueron adquiridas en momentos distintos. Yo entendí
que por ello el cambio a dólar era diferente. Luego de un tiempo visité a un
amigo que comerciante, él manifestó que no sabía qué hacer, porque había
vendido casi todo lo que tenía en existencia y el monto recaudado no le daba
para poder reponer ni la mitad de los productos (eran productos no perecederos
y por lo cual es más lenta su venta y necesidad de reposición, con un dólar
disparado, saquen conclusiones ustedes).
Esto último no es ajeno a otros amigos comerciantes, piensan
que no puedan abrir en enero o tengan que cerrar sus negocios antes, ello me lo
comentaron: un dueño de un abasto con más de 30 años de funcionamiento, un
propietario de una ferretería, un propietario de una venta de artículos
deportivos, una dueña de una tienda de ropa. Todos ellos me han dicho lo mismo:
son obligados y supervisados por el Seniat, contra factura de compra.
Como se puede percibir si hay control, más del que se cree o
el mismo gobierno menciona (claro le es más sencillo culpar a otros de sus
errores).
En pocas palabras, si eres productor, el gobierno sabe
cuanta materia prima te llega, cuanto produces, hacia donde y que cantidad
distribuyes; en algunos casos, como a Polar, le obliga que el 50% de la
producción se la deba entregar al gobierno para abastecer los Clap. Si eres
comerciante te están obligando a desaparecer con al vender a precios desactualizados.
El consumidor festeja que consiguió un precio regulado o viejo,
pero es solo pan para hoy hambre para mañana, porque ese negocio, seguramente
cerrará sus puertas y a llorar pa’l Valle.
La película recién mencionada me hace recordar un chiste:
Está Napoleón en su pose más características (mano dentro de su chaqueta) y
dice: me han robado la cartera; más allá está San Juan cerca de Jesucristo en
la cruz, quien dice: él fue, Jesucristo responde: A mi que me revisen. El
gobierno y San Juan tienen similitudes.
Tenemos así una econo que no es mía, ni de otros actores
económicos exceptuando los que están en el poder y sus políticas, y los que
están aliados, sacando beneficios pingues.
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