Jorge Cruz, Caracas 17 de septiembre de 2017
El lenguaje es muy flexible, cambiante, adaptable…
El lenguaje se nutre de variantes que surgen en el habla
coloquial del pueblo, tiene dialectos por edad, sexo, regiones geográficas,
formación académica, técnica, por actividad, entre otros, como forma de hacer
cultura y comunicación. También puede ser utilizada por los agentes del poder
para dominar, velar significados, seducir a sus adeptos e imponer agendas.
El dictador de la desaparecida Unión Soviética, Joseph
Stalin lo tuvo claro, por ello escribió un texto en el cual plantea que el
lenguaje es neutro, como mencioné arriba no es cierto, se puede usar para
controlar y someter.
Venezuela no ha sido la excepción, como ha estado sometida a
un régimen autoritario con visos de dictadura, la manipulación del idioma ha
sido parte del arsenal para cumplir con dicho fin.
Los bandos en pugna han creado o transformado palabras o sus
significados, ha habido una corriente mayor por parte del gobierno, ya que ha
tenido control de los medios de comunicación, también ha invertido inmensas
sumas en propaganda y la generación permanente de mensajes (solo revisemos los
logos que utilizan los diversos entes oficiales para notar que cada cierto
tiempo se cambia).
Que ha sido un gobierno mediático, no hay duda, solo
contabilicemos la cantidad de horas en cadenas en estas dos últimas décadas,
los ya mencionados cambios permanentes de mensajes, el control de quienes deben
dar información, etc.
Regresando al tema del idioma, el manejo del mismo por parte
del gobierno ha sido apabullante, hay cantidad de vocablos que han tenido
nuevos significados, para mencionar uno solo: Terrorista.
El gobierno y sus partidarios, abogaron para que se cambiara
el estatus de la Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia o FARC, de
terroristas a beligerantes, sin embargo, a las protestas que se han realizado
en el territorio venezolano no les ha temblado la mano, ni la boca, para
tildarlos de terroristas, siendo que sus actos distan mucho de ello, señalaré
una acción que realizaron innumerables veces la guerrilla colombiana contra
poblaciones, en las cuales su principal objetivo era la policía, pero que
generalmente culminaba con muertes de civiles, en algunos casos mayor que de
policías, ellos utilizaban bombonas de gas llenas de explosivos y tuercas y
otros objetos contundentes, que al explotar causaban múltiples heridas o
muertes por la metralla. Un acto, criminal, como ese nunca fue utilizado por
los grupos que protestaban.
A pesar que la diferencia es abismal se utilizó, básicamente
con dos propósito: poder juzgarlos en tribunales militares, algo inaudito, pero
que el manejo de la lengua y leyes permitió y segundo, poder justificar y
alimentar a sus militantes ante las injusticias que se cometían, para que
repitieran sin analizar.
Aquí entra un terreno en el cual se borraron los límites
entre seguridad del gobierno y seguridad de Estado.
La Seguridad de Estado significa que sus habitantes tengan
servicios adecuados: salud, alimentos, vías de comunicación, vivienda, teléfono
(ahora hay que incluir internet), agua potable, luz, transporte, zonas verdes y
de recreación, aire respirable, justicia, fronteras supervisadas, posibilidades
de educación y, por supuesto, seguridad personal.
La Seguridad de Gobierno está relacionada a la permanencia
en el poder, por ello tienen cuerpos represivos y de espionaje, aunque también
se ha utilizado a grupos paramilitares, destinados a vigilar, acosar (se llegó
al colmo de ser las mismas fuerzas represivas las que robaban a los que
protestaban) causar daños físicos,
apresar, torturar o, incluso asesinar a los grupos de oposición, al pensamiento
disidente.
Como podemos notar son dos tipos de seguridades, una está
destinada a prestar un servicio, como Estado, a sus ciudadanos y la segunda es
para controlar los movimientos e ideas de los ciudadanos, evitar que surjan
movimientos que puedan poner en peligro la estadía en el poder.
En el país las diferencias, el gobierno, con su actuar y lenguaje las ha mezclado,
habla de seguridad de Estado cuando se está refiriendo a la permanencia en el
poder.
Culpa al imperio de causante del desabastecimiento, de la
falta de medicinas, sin embargo, al mismo tiempo envía toneladas de ayuda a las
islas de Caribe azotadas por huracanes o tiene el tupé de enviar millones de
dólares al imperio mismo.
Señala que no se publican las “buenas” acciones o las
positivas obras que realiza, pero no apunta que más del 80% de los medios de
comunicación están en su poder o actúan coaccionados y los que no le son
afectos, son obligados a encadenarse a sus transmisiones, que son diarias y en
algunos momentos más de una vez y por varias horas.
Como vemos el bombardeo mediático es constante para imponer
su lenguaje, para intentar confundir, para decirnos que está gobernando y no
que solamente ha estado pendiente de reprimir para poder continuar al frente
del país.
Doble discurso, con moral similar, que sus acólitos también reproducen y, por lo tanto, cómplices.