Saturday, November 8, 2014

Encrucijadas de un ambientalista

Jorge Cruz, Caracas 7 de noviembre de 2014

Gracias a mi querido amigo y colega Manuel Lizarralde  me he topado con un libro escrito con algo de humor, pero muy interesante: El hombre del impacto cero, Las aventuras de una persona culpable que trata de salvar el planeta y el descubrimiento que él hace acerca de si mismo y nuestra forma de vida, durante el proceso, por  Colin Beavan, (Picador,2009).

 En él describe muchas preguntas que quienes hemos estado inmerso en eso del ambientalismo nos hemos hecho en múltiple ocasiones, desde ¿qué puedo hacer para “salvar” al planeta (yo diría más bien salvarnos nosotros como especie, porque el planeta puede seguir con o sin nosotros)? Hasta ¿lo estoy haciendo bien? ¿He hecho lo más posible que pueda hacer? Pero lo más interesante es como llegar a ser una persona que produzca cero impacto en el ambiente, proeza o epopeya imposible, aunque loable, especialmente por su cultura citadina, tal como podemos ver en los siguientes párrafos:


“Por el contrario Michelle y yo apelamos por los números de Big Enchiladas y pedimos un arroz con caraotas, Japonica por suchi, Bagel Bob’s para el desayuno (cuando queremos cambiar de The Adore) Soue Macrobiotic si nos sentimos culpable por toda la basura que comemos o Two Boots Pizza cuando somos realistas y nos preguntamos a quién engañamos con eso de comer sano. No me quejo de ello, porque salirte de ese círculo vicioso, los elementos que estoy describiendo son de una vida bella, con “alto estándar de vida”. La pregunta es si el círculo vicioso se detiene ¿Los “altos estándares de vida” son igual a una buena calidad de vida?

 Pero ¿quién hace preguntas por los estándares de unos padres nuyorkinos? nuestro ajetreado típico día parece normal. Podríamos pararnos en el parque de Washington Square Park y preguntar a nuestros amigos cuándo fue la última vez que cocinaron para los hijos y una sonrisa irónica será la respuesta; si, la broma pudiera seguir así: una vez que tu hijo de dos años ha aprendido a pedir calamares o ensalada de mango ya pasaste el punto de no regreso.

 Realmente la rutina de la bolsa plástica para llevar comida  en mi familia es parte de la gran cubierta de salsa de ajo que cubre la masa de carbohidratos y otros petroquímicos que, después de veinte minutos de uso, terminará en el basurero o incineradores, para botar químicos en el agua que bebemos o se evapora en el aire que respiramos.

Sin embargo, mucho de los fantasmas de mis abuelos se sorprenderán de mi forma de vida, no es que mi familia sea la única que se ha convertido en una monstruosa máquina de hacer basura, no es que sea un pobre diablo que tomó la senda equivocada o que me he transfigurado después de 25 años desde que mis abuelos me influenciaron. No es que sea un ingrato perezoso, que pensé que era, pero pudiera ser que como miembro del grupo de este gran barco que es nuestra cultura, yo he asumido algunas decisiones que causa que el barco completo tome una vía equivocada y posiblemente se hunda.”


Sus reflexiones van más allá, que más de uno nos la habremos  hecho: esa serpiente que se muerde la cola:

 “Continuando, toda esta comida empacada ayuda a recortar el tiempo que tengo que utilizar para mantener a mi familia y lo que me permite tener más tiempo de ocio, pero no es lo que realmente sucede, en mi familia ese recorte no significa más tiempo para compartir, sólo significa más trabajo. Realmente muchos gastamos cantidad de horas de transporte entre dos trabajos y rompernos las espaldas por 12 horas al día para tener más tiempo de “ocio”.

 Por ejemplo mi esposa Michelle, ella en su trabajo en el centro, en cada hora de almuerzo se une a cientos de miles de personas que, como hormigas de un hormiguero, bajan de sus rascacielos para comprar sus comidas para llevar de 15 dólares.

 Michelle, como muchosotros empleados, regresan en sus ascensores a sus puestos de trabajo a comer porque no se puede perder el tiempo. Ella necesita seguir trabajando para poder logar un mayor ingreso, ella necesita un mayor ingreso para poder invertir 5000 dólares en almuerzos que tiene que comprar para poder regresar a su escritorio que le permite obtener un incremento que le permita comprar sus almuerzos que le permitan regresar a su escritorio…”

Es una forma de hacer la vida, de ver el mundo (o no verlo) que nos ha sometido a un ritmo de consumo, usa una vez y bota de una vez; generando con ello alta contaminación en todo el proceso de un producto o ciclo de vida: impacto de donde viene, en su procesamiento y cuando nos deshacemos de los mismos. Su fase final, botar, son inmensas cantidades de empaques de los cuales no deshacemos en un dos por tres, pero que suman y suman en nuestra bolsa de basura.

Quizás nos suene pesimista, no es para menos, aunque también hay alternativas, muchas de ellas adelantadas en la cuna del consumo desmedido, los EE.UU.; las cuales van desde el autor del libro a otros libros en su página web: http://colinbeavan.com/ , a otros autores más recientes como: Amy Korst y su texto: The Zero-Waste Lifestyle; el cual intenta guiarnos por diversas experiencias, algunas de ellas señaladas seguidamente: http://zerogarbagechallenge.info/alternatives, http://www.motherearthliving.com/healthy-home/green-living/zero-waste-lifestyle-ze0z1305zpit.aspx,http://www.motherearthliving.com/healthy-home/green-living/zero-waste-lifestyle-e0z1305zpit.aspx#axzz3GiYATGupy http://trashfreeliving.com/

Todas ellas han intentado reducir el impacto que producimos diariamente,  cada uno lo hace a su manera, a su forma de ser. Lo interesante es que hay experiencias de parejas solas, con hijos,  con mascotas y sin hijos, con ambos, entre otros. Lo importante de estas prácticas es que han reducido considerablemente la cantidad de desechos, que generalmente producen sus propios alimentos o tratan de abastecerse de los mismos de productores cercanos (para reducir los kilometrajes que recorren nuestros productos en el traslado), de reusar los envases en los cuales compran y almacenas sus consumos.

El impacto cero no es posible, nos lo cuentan los experimentos mencionados, pero si lograr que podamos reducir a cantidades mínimas, algunos mencionan hasta generar solamente un kilo al año.

Debemos imitar esas iniciativas, son provechosas para nosotros y nuestros hijos

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