Jorge Cruz, Caracas 7 de noviembre de 2014
Gracias a mi querido amigo y colega Manuel Lizarralde me he topado con
un libro escrito con algo de humor, pero muy interesante: El hombre del
impacto cero, Las aventuras de una persona culpable que trata de salvar
el planeta y el descubrimiento que él hace acerca de si mismo y nuestra
forma de vida, durante el proceso, por Colin Beavan, (Picador,2009).
En él describe muchas preguntas que quienes hemos estado inmerso en eso
del ambientalismo nos hemos hecho en múltiple ocasiones, desde ¿qué puedo
hacer para “salvar” al planeta (yo diría más bien salvarnos nosotros
como especie, porque el planeta puede seguir con o sin nosotros)? Hasta
¿lo estoy haciendo bien? ¿He hecho lo más posible que pueda hacer?
Pero lo más interesante es como llegar a ser una persona que produzca
cero impacto en el ambiente, proeza o epopeya imposible, aunque loable,
especialmente por su cultura citadina, tal como podemos ver en los
siguientes párrafos:
“Por el contrario Michelle y yo apelamos por los números de Big
Enchiladas y pedimos un arroz con caraotas, Japonica por suchi, Bagel
Bob’s para el desayuno (cuando queremos cambiar de The Adore) Soue
Macrobiotic si nos sentimos culpable por toda la basura que comemos o Two
Boots Pizza cuando somos realistas y nos preguntamos a quién engañamos
con eso de comer sano. No me quejo de ello, porque salirte de ese círculo
vicioso, los elementos que estoy describiendo son de una vida bella, con
“alto estándar de vida”. La pregunta es si el círculo vicioso se detiene
¿Los “altos estándares de vida” son igual a una buena calidad de vida?
Pero ¿quién hace preguntas por los estándares de unos padres nuyorkinos?
nuestro ajetreado típico día parece normal. Podríamos pararnos en el
parque de Washington Square Park y preguntar a nuestros amigos cuándo fue
la última vez que cocinaron para los hijos y una sonrisa irónica será la
respuesta; si, la broma pudiera seguir así: una vez que tu hijo de dos
años ha aprendido a pedir calamares o ensalada de mango ya pasaste el
punto de no regreso.
Realmente la rutina de la bolsa plástica para llevar comida en mi
familia es parte de la gran cubierta de salsa de ajo que cubre la masa
de carbohidratos y otros petroquímicos que, después de veinte minutos de
uso, terminará en el basurero o incineradores, para botar químicos en el
agua que bebemos o se evapora en el aire que respiramos.
Sin embargo, mucho de los fantasmas de mis abuelos se sorprenderán de mi
forma de vida, no es que mi familia sea la única que se ha convertido en
una monstruosa máquina de hacer basura, no es que sea un pobre diablo
que tomó la senda equivocada o que me he transfigurado después de 25 años
desde que mis abuelos me influenciaron. No es que sea un ingrato
perezoso, que pensé que era, pero pudiera ser que como miembro del grupo
de este gran barco que es nuestra cultura, yo he asumido algunas decisiones
que causa que el barco completo tome una vía equivocada y posiblemente se
hunda.”
Sus reflexiones van más allá, que más de uno nos la habremos hecho: esa serpiente que se muerde la cola:
“Continuando, toda esta comida empacada ayuda a recortar el tiempo que
tengo que utilizar para mantener a mi familia y lo que me permite tener más
tiempo de ocio, pero no es lo que realmente sucede, en mi familia ese
recorte no significa más tiempo para compartir, sólo significa
más trabajo. Realmente muchos gastamos cantidad de horas de transporte
entre dos trabajos y rompernos las espaldas por 12 horas al día para
tener más tiempo de “ocio”.
Por ejemplo mi esposa Michelle, ella en su trabajo en el centro, en cada
hora de almuerzo se une a cientos de miles de personas que, como
hormigas de un hormiguero, bajan de sus rascacielos para comprar sus
comidas para llevar de 15 dólares.
Michelle, como muchosotros empleados, regresan en sus ascensores a sus
puestos de trabajo a comer porque no se puede perder el tiempo. Ella
necesita seguir trabajando para poder logar un mayor ingreso, ella
necesita un mayor ingreso para poder invertir 5000 dólares en
almuerzos que tiene que comprar para poder regresar a su escritorio que
le permite obtener un incremento que le permita comprar sus almuerzos que
le permitan regresar a su escritorio…”
Es una forma de hacer la vida, de ver el mundo (o no verlo) que nos ha
sometido a un ritmo de consumo, usa una vez y bota de una vez; generando
con ello alta contaminación en todo el proceso de un producto o ciclo de
vida: impacto de donde viene, en su procesamiento y cuando nos
deshacemos de los mismos. Su fase final, botar, son inmensas cantidades
de empaques de los cuales no deshacemos en un dos por tres, pero que suman y
suman en nuestra bolsa de basura.
Quizás nos suene pesimista, no es para menos, aunque también hay
alternativas, muchas de ellas adelantadas en la cuna del consumo
desmedido, los EE.UU.; las cuales van desde el autor del libro a otros
libros en su página web: http://colinbeavan.com/ , a otros autores más
recientes como: Amy Korst y su texto: The Zero-Waste Lifestyle; el cual
intenta guiarnos por diversas experiencias, algunas de ellas señaladas
seguidamente: http://zerogarbagechallenge.info/alternatives,
http://www.motherearthliving.com/healthy-home/green-living/zero-waste-lifestyle-ze0z1305zpit.aspx,http://www.motherearthliving.com/healthy-home/green-living/zero-waste-lifestyle-e0z1305zpit.aspx#axzz3GiYATGupy
http://trashfreeliving.com/
Todas ellas han intentado reducir el impacto que producimos diariamente,
cada uno lo hace a su manera, a su forma de ser. Lo interesante es que
hay experiencias de parejas solas, con hijos, con mascotas y sin hijos,
con ambos, entre otros. Lo importante de estas prácticas es que
han reducido considerablemente la cantidad de desechos, que generalmente
producen sus propios alimentos o tratan de abastecerse de los mismos de
productores cercanos (para reducir los kilometrajes que recorren nuestros
productos en el traslado), de reusar los envases en los cuales compran y
almacenas sus consumos.
El impacto cero no es posible, nos lo cuentan los experimentos
mencionados, pero si lograr que podamos reducir a cantidades mínimas,
algunos mencionan hasta generar solamente un kilo al año.
Debemos imitar esas iniciativas, son provechosas para nosotros y nuestros hijos