Jorge Cruz, Caracas 27 de Junio de 2014
En la puerta de un retén de recién nacidos se encuentra un
nigeriano, un alemán y un argentino, la enfermera levanta a un bebe de color
oscuro y pregunta por el padre, el alemán inmediatamente responde que es el
suyo, el nigeriano sorprendido le pregunta ¿cómo que tuyo? A lo que el alemán
responde ¿quieres que me toque el argentino?
Este antiguo chiste, como muchos otro, nos muestran con
humor los estereotipos a los cuales nos hemos acostumbrados, con lo cual
exteriorizamos nuestro segregacionismo. El segregacionismo no es ajeno a los
animales, por ello no debe causar escozor el reconocer que somos participes de
ellos, traigo un ejemplo de unas especies distantes que nos reflejan ello: las hormigas,
está documentado que entre la alta diversidad de ellas no hay compatibilidad,
una hormiga no puede “visitar” un hormiguero que no sea el propio, es repelida
e incluso pueden causarle la muerte, aún dentro de una misma especie esto no es
permitido. Por ello tenemos chistes de homosexuales, gallegos, negros, chinos,
entre otros muchos.
Todos tenemos conductas segregacionistas, ya sean por el
color de la piel, por la edad, por el sexo, por la preferencia sexual, por la
religión, por la cultura, por el origen, por la afición deportiva, entre otros.
La formación o valores dados en casa son los que nos
permiten minimizar este comportamiento, he dicho minimizar, porque nunca
desaparece, es instintivo.
Ahora bien, se puede también exacerbar este instinto, muchos
líderes lo han utilizado para ganar seguidores, para mantener en el redil a los
mismos, para atacar a contrincantes o incluso, como en las hormigas, eliminar,
ya sea física, económica, moral o políticamente.
Una de las formas más violenta de mostrar la intolerancia es
la desaparición física del oponente, la cual puede ser desde la cárcel, con lo
cual logran incomunicarlo con sus seguidores (algunas veces esto puede ser
contrario a los objetivos deseados), hasta la muerte. Pero hay otra forma más
sutil de desaparición, cuyo mayor representante has sido Joseph McCarthy, la
económica: no se le permite trabajar o tener un ingreso, con lo cual puede
generar que el asediado pueda cometer suicidio o migración (exilio) a un lugar
donde pueda ejercer sus conocimiento y ser remunerado por ello.
En Venezuela en los últimos 15 años hemos estado
involucrados en una agudización de nuestros instintos segregacionistas. El
presidente Hugo Chávez (QEPD). Él utilizó su posición y los medios de
comunicación (especialmente por medio de las cadenas nacionales u obligación de
todos los canales de información, ya sea televisivo y radio, de transmitir sus
alocuciones) para insultar, atacar o minusvalorar a todo aquel que no pensara
como él, se uniformizaba cualquier tipo de crítica, se le tachaba de enemigo,
no de crítico, generó diversos apelativos para denigrar: oligarcas,
pitiyanquis, escuálidos, majunches, entre otros.
En pocas palabras, aquí operan dos factores, por un lado la
personalidad del líder determina las conductas de sus seguidores, él es
importante para moldear la conducta de los miembros. Por otro lado, cada grupo
humano (comunidad) genera una cultura: forma de vestir o identificarse por su
atuendos; un lenguaje propio para la comunicación hacia dentro y distinguir o
minusvalorar a los contrarios; una estructura de poder, hay un líder al menos y
posiblemente otros mandos medios; y así por el estilo. Las culturas cumplen un
doble rol: son agrupadoras que permiten a sus miembros crecer dentro de sus
códigos y valores; y es un muro de contención para evitar las fugas, quien
manifieste “valores” diferentes es execrado o se auto execra.
Como resultado, en Venezuela la naturaleza de su líder marcó
el destino de un partido que se apropió del Estado y desde allí utilizó la
intolerancia como forma de poder, aplicando el principio maquiavélico de
dividir para vencer o mantenerse en el poder.
Por ello hemos visto como se han destruidos hogares, peleado
familias, acabado amistades de larga data, un permanente enfrentamiento entre
quienes piensan diferente; así mismo, se ha extendido a otras áreas:
recientemente salió un artículo en aporrea.org en la cual un funcionario del
IVIC casi suplicaba que se le permitiera investigar con recursos biológicos, se
culpan de los errores a los otros y con base en ello se encarcelan a los
supuestos culpables, se persigue, tortura o incluso asesina a quienes
protestan, todo bajo la misma premisa intolerancia, justificada como vendidos
al imperio, antipatriotas o destructores de la ecología nacional.
También hemos sido testigos de la desaparición económica de
muchas personas que vivían en esta república, ya por la famosa lista Tascón o
las subsiguientes caza de brujas en los lugares de trabajo.
Cómo vemos mucho de estos argumentos o discursos son los
mismos que escuchamos a quienes antes estuvieron en el poder, solo cambian los
actores, aunque no se puede negar que la exacerbación que se han experimentado
bajo el régimen chavista no tiene parangón.
Ha sido una intolerancia que funciona como la marca de un
producto, ha sido la forma de gobernar diferente a sus antecesores, muchas de
sus acciones están “legalmente” respaldadas, muchas son de golpe suave.
Yo he vivido en este país por más de 40 años, únicamente
bajo este régimen, en cuatro ocasiones, me han expresado que debo abandonar
este país.
La intolerancia y la segregación son familia, ellas han sido
la marca de estos últimos años.
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