Se dice que el invierno es de color blanco por estar todo
cubierto de nieve. Yo lo recuerdo como algo falso, mientras nevaba, había una
tendencia hacia ese color, luego el hollín de los carros iba cubriendo su
aspecto para tornarse cada vez más oscuro. Así es la realidad. No es unicolor o
el maniqueísmo de dos contrastantes, son tonalidades, tratar de reducirla a
ello, es posible en un discurso pero no en la naturaleza.
Recientemente estaba en una reunión donde una persona que es
“abiertamente” contraria al gobierno de turno en Venezuela, manifestó de la
necesidad de revisar el Plan de la Patria porque era vital para pensar en el
futuro del país y de las políticas que el gobierno sigue. Yo me sorprendí y
cavilé desde entonces, creo que comprendí su posición.
Esta anécdota nos muestra varias lecturas que es sano
resaltar: Los planes estratégicos de la nación no son nuevos, aunque ahora
tengan nombres que son bueno para el marketing. Antes
se les llamaba Plan de la Nación con un número romano agregado.
Segundo, los Planes son como la Constitución, la base sobre
la cual se debe orientar el país. Ellos tienen que ser el referente para
construir el porvenir de esta patria querida.
Tercero y posiblemente lo más importante, hay mucho de
fanatismo de parte del chavismo que no intenta dialogar o comprender a esa
diferenciada oposición. Toda persona que no muestra simpatías con el chavismo es
tildada de caprilista (seguidoras de Henrique Carpiles), toda es unificada bajo
una misma tolda.
Hay tanta intolerancia que cualquier muestra de punto de
vista contrario es suficiente para catalogar a quien lo expresa como un
apátrida, pitiyanqui, entre otros epítetos; porque aparentemente los únicos que
quieren construir el futuro del país son los rojos rojitos.
No podemos negar que ha sido una estrategia de sus
dirigentes, especialmente de quien fue su vocero principal, para tener un voto
duro, dividir para reinar, decía Maquiavelo, convertir o crear la ilusión, por medio del discurso,
de poner alpaís en dos puntos de vistas enfrentados, enemistados, irreconciliables y un
largo etcétera.
Ha sido más de una década en la cual se niega al otro, se le
arrincona, se le niegan espacios, se
busca su claudicación, un tiempo en el que se les culpa de las ineficiencias
propias, donde ha prevalecido la cultura del miedo: cada cierto lapso se
anunciaba un magnicidio, luego era una invasión, después un saboteo, más tarde
una corrupción. Todo ello buscando a peligros ficticios, pero eficientes para
dominar por medio del miedo a los otros o a la figura del otro satanizada.
No puedo negar que ha habido intolerancia por el lado no
chavista, pero no por ello se puede ocultar que quienes han tenido de su lado
la posibilidad de una cadena nacional, con todos los medios transmitiendo, para
acusar, acosar, y denostar no son los grupos contrarios: ha sido y es el
gobierno, porque de esa manera es que ha obtenido mayores beneficios (dividir
para reinar).
Nunca en la historia se había perseguido o botado de un
trabajo por firmar un referéndum o mostrar poca simpatía por el gobierno (lista
Tascón), nunca se habían burlado de los contrarios por utilizar programas del
gobierno (Mercal no es exclusivo para los chavistas), nunca se había hecho
necesario el vestirse para asistir a marchas a riesgo de ser fichado y
expulsado del trabajo, nunca desde la máxima posición (presidencia) se
entorpece, ataca a gobernadores o alcaldes contrarios a tu tolda política,
nunca se había burlado públicamente de artistas reconocidos internacionalmente
desde el gobierno, nuca se había desconocido la defunción de expresidente
(sucedió especialmente con Luis Herrera, quien por cierto tuvo una política de
participación bastante amplia), nunca se bloqueó páginas o acceso a información
por considerarla “peligrosa” en instituciones públicas (recordándome a las
piras de libros de ciertos personajes), hay tantos nuncas que no quiero seguir
cansando.
Ha sido un juego perverso de separar, enemistar, ver a todo
el que se opone a tus ideas en un ENEMIGO (de guerra), en el cual el jefe
máximo del país ha dado las directrices y sus partidarios, casi todos, siguen
ciegamente, donde también han participado los “otros” porque ven su espacio
atacado, una justicia que no los toma en cuenta o la alternativa de claudicar
en tus principios o irte del país. Por ello vemos que se han roto amistades de
larga data, familias, matrimonios y pare de contar.
No puedo negar que me causa gracia (amarga), el escuchar a
muchos hablar sobre solidaridad, hasta se les sale un lagrima, por x población
y luego cuando se dirigen al contrario, que puede haber sido tu amigo o
familiar, de llamarlo escuálido, pitiyanqui y otros epítetos más, (del otro lado:
monos, chavistas de mierda, etc., pero la lista es más corta y no tiene tantos adjetivos, lo que demuestra que tiene menos uso).
Me hace acordar de un humor negro que he escuchado varias
veces para referirse a los gobiernos: En política internacional es vegetariano
y en la nacional caníbal.
Hay tanta intolerancia e hipocresía, especialmente por los
que están en el poder, que da nauseas.